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Obsérvalo D. Juan, amante de Dorotea, y siente nacer en su alma rabiosos celos. En la escena siguiente nos transporta el poeta á los jardines del Alcázar, en donde se divierte la bella dama, y en donde el infante D. Enrique, que encuentra ocasión de acercársele, queda tan prendado de ella á causa de su ingenio y amabilidad, que desea poseerla á todo trance.

A la pobreza debemos atribuir la indiferencia de los caracteres y la tristeza de las almas. En Villaverde nada se desea, y a nada se aspira; todos están contentos con su suerte. El porvenir es obscuro, y anhelarle risueño sería una locura. El alcalde perpetuo, don Basilio, dice, cuando de esto se trata: que en esa falta de aspiraciones está la dicha de Villaverde y la felicidad de sus gobernados.

¿Y por qué? preguntó el niño, en cuyo rostro la sonrisa había sucedido inmediatamente a las lágrimas. Porque mañana sin falta respondió el duque, tomándole en brazos y acercándose a su mujer salimos todos para nuestras posesiones de Andalucía, que tu madre desea ver, y allí seremos felices como los ángeles en el cielo.

Decía: «Antonio Pérez volvió de Inglaterra: no he olido lo que ha traído; pero él se topó cerca de este lugar con el Duque de Guisa y le habló en sus desventuras. Vea V. S. si con este hombre es menester hacer algo ó con D. Martín de Lanuza, que también anda con el Príncipe de Bearne, y ha llegado á las puertas de París, y dice desea reducirse.

Yo le conocí este verano en una juerga en la Bombilla, porque Sindulfo es un arqueólogo flamenco. Desea que yo llame la atención de las Academias acerca de la calavera de Atahualpa, el inca infeliz que Sindulfo ha descubierto y cuya autenticidad prueba en un volumen de quinientos folios.

Después de penetrar á ese templo colosal del arte, de la historia y de las maravillas diversas de la civilizacion universal, no quisiera uno salir jamas. Se desea seguir viviendo allí con las sombras y los recuerdos de todas las generaciones, y entregar el corazon y el alma á la voluptuosidad de los contrastes y de una admiracion sin limites.

Me asaltó el presentimiento de que Linilla no escribía por alguna otra causa, y, a decir verdad, me creía yo culpable, y me pareció que Angelina adivinaba que la señorita Gabriela le robaba mi amor. Linilla no me quiere; Linilla no me ama; Linilla desea olvidarme, pensaba yo.

Ni puedo ni quiero adelantarme a interpretar su voluntad, que acaso se modifique dadas las circunstancias. »El desdichado ignora la gravedad de su situación; supone que se curará por completo; cree que verá pronto, y a quien más desea ver es a su Felisa.

No lo creo: Isabel ha sido educada en un convento y detesta la vida del claustro; hace sólo tres meses que desea tomar el velo. ¿Por qué causa? Lo ignoro. ¿Ama a usted, a pesar de todo? , me ama, así me lo ha dicho; pero no quiere ser mi esposa. ¿Y la razón? ¡Sólo Dios la sabe!... ¿Y usted, padre mío, podrá averiguarla? ¡Ah! dijo Teobaldo moviendo la cabeza; Dios no nos revela esos secretos.

Power pudiese ver en su persona un remedio. Es una broma nada más continuó . Esa señora es muy graciosa y nada hipócrita... Pero yo creo, señor, que a quien ella desea es a usted... Aprovéchese... Hágale ese favor.