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Y hechas estas mercedes y otras muy muchas más que á sus capitanes él hizo, mandó que se fuesen á sus tierras á descansar, y agradecióles el favor y ayuda que le habian dado, y ansí se fueron todos, é Inca Yupanqui quedó en su ciudad con los suyos.

Y como aquesto le dijese aquel su capitan delante de sus tres buenos amigos, rióse Inca Yupanqui de ver que su padre le queria matar de aquella manera, y de conocer que reinaba envidia en él, y estándole él rogando que se sirviese de todo ello y que se lo acetase en servicio.

Y esto ansí hecho y proveido, partió esta gente de guarda en la manera que ya habeis oido, é Inca Yupanqui con la que ansí quedó, é yendo por el camino derecho; y llegando á la quebrada, Inca Yupanqui, do el monte estaba y la emboscada le era hecha, ya que iba al medio de ella, llevando su gente apercibida y avisada de lo que sospechaban, tiráronle de dentro de la montaña una piedra á Inca Yupanqui y no le acertaron, mas de que dieron á uno de los que las andas llevaban; y visto esto por Inca Yupanqui y sus tres buenos amigos, dijeron en alta voz: ¡Á ellos, á ellos!; y como su gente, que ya tenian el monte cercado, oyesen la voz, dieron en los de la emboscada de tal manera, que no se les escapó hombre.

Sabida la nueva por Inca Yupanqui, mandó á los tres sus buenos amigos y á los demás caciques y señores que en su córte y servicio habian venido, que luego juntasen la gente de guerra y la sacasen á cierto campo, cada uno con sus armas, é que los contasen todos uno á uno.

Y á esto le respondió Viracocha Inca, que se volviese, y pues era aquella la opinión de su señor y voluntad suya, que pelease é hiciese todo su poder, que lo quentendia que habia de ser al fin de su batalla, que seria ser preso é muerto mozo y sin entendimiento; é que les dijese á sus señores, quél no pensaba ir allí y que en ninguna manera le tornase á inviar con embajada semejante.

Y esto ansí hecho, el Inca é los señores é los demás caciques, anduvieron fortaleciendo y reparando estas veras destos dos arroyos de la ciudad del Cuzco, que ya habeis oido, andando siempre ansí él como ellos sobre los tales obreros que en la tal obra andaban, dándoles la más prisa que podian á que con toda brevedad hiciesen y acabasen los tales reparos y fortalecimientos, en la cual obra estuvieron cuatro años, dándose la brevedad que les fué posible hacer é acabar su obra.

Inca Yupanqui y los tres señores mancebos ya dichos, quedáronse en la ciudad con cada sendos criados que quedarse quisieron con ellos, los cuales criados se llamaban Pata Yupanqui, y Muru Uanca , y Apo Yupanqui, Uxuta Urco Guaranga; los cuales quedaron solos, que no quedó con ellos otra persona más destos criados suyos.

El licenciado Polo le responde, Que no quiere èl hacer esa torpeza: Que no halla derecho, ni por donde A aquel Inca cortarle la cabeza; Y que si causa él tiene, y no la absconde, Se la muestre, y harálo sin pereza: Mas sin otro recado, que no quiere Ponerse al riesgo y mal que le viniere.

Deste dicen que tuvo veinte mujeres, en las cuales hubo cincuenta hijos y hijas; del cual dicen no haber procurado más ser que le dejaron sus pasados. Y despues de los dias deste, sucedió en su lugar un hijo suyo que llaman Viracocha Inca, porque era muy amigable á los suyos y afable y los gobernaba en mucha quietud, dándoles siempre dádivas y haciéndoles mercedes.

El general La Mar, que era, valiéndome de una feliz expresión del Inca Garcilaso, un caballero muy caballero en todas sus cosas, tributó en esta ocasión justo homenaje al valor y la lealtad de Rodil, que desde el de marzo de 1824, en que reemplazó a Casariego en el mando del Callao, hasta enero de 1826, casi no pasó día sin combatir.