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Actualizado: 15 de julio de 2025
Y como esto viese Viracocha Inca que era verdad que hubiese habido victoria de sus enemigos Inca Yupanqui, su hijo, tomó gran pesar y envidia dello, por gran ódio que le tenia, como ya os he contado; todo lo cual conoció en él Inca Yupanqui su hijo, con gran pesar.
Y estando en esta porfia, llegáronse á Inca Yupanqui sus tres buenos amigos, y sospechando la traicion que Viracocha Inca queria hacer, no consintieron que Inca Yupanqui entrase en el aposento.
Volvimos del Perú con la momia de un inca, que paseamos por casi todos los museos de Europa, sin encontrar quien la comprase. Un mal negocio. Guardábamos al inca en nuestro cuarto del hotel, y... Ferragut no se interesó con las andanzas del pobre monarca indio arrancado al reposo de su tumba... ¡Uno más! Cada confidencia de Freya sacaba un nuevo antecesor de las tinieblas de su pasado.
Inca Yupanqui los recibió con rostro alegre; y desculpábansele los tales que ansí iban y decíanle, que si le habian desmamparado, que su padre los habia llevado; y él los respondía á esto que le decian, que no tenia enojo contra ellos, que si habian ido con su padre, que habian hecho como buenos, que su padre era su Señor y de todos ellos.
El aspecto de los buques y el retumbar de los cañones difunden general horror; los dioses, irritados, reclaman un sacrificio humano, y nada menos que el de la sacerdotisa Guacolda, amada á un tiempo del Inca y del héroe Impanguí.
Y juntos como hermanos, están otros pabellones más: el de Bolivia, la hija de Bolívar, con sus cuatro torres graciosas de cúpula dorada, lleno de cuarzos de mineral riquísimo, de restos del hombre salvaje y los animales como montes que hubo antes en América, y de hojas de coca, que dan fuerza al cansado para seguir andando: el del Ecuador, que es un templo inca, con dibujos y adornos como los que los indios de antes ponían en los templos del Sol, y adentro los metales y cacaos famosos, y tejidos y bordados de mucha finura, en mostradores de cristal y de oro: el pabellón de Venezuela, con su fachada como de catedral, y en la sala espaciosa tanta muestra de café, y pilones de su panela dulce, y libros de versos y de ingeniería, y zapatos ligeros y finos: el pabellón de Nicaragua con su tejado rojo, como los de las casas del país, y sus salones de los lados, con los cacaos y vainillas de aroma y aves de plumas de oro y esmeralda, y piedras de metal con luces de arco iris, y maderos que dan sangre de olor; y en la sala del centro, el mapa del canal que van a abrir de un mar a otro de América, entre los restos de las ruinas.
Y entendido por el Inca la cantidad de mancebos é mozas solteras que habia en los tales pueblos é provincias, mandó á aquellos señores, sus tres buenos amigos, que luego se partiesen para los tales pueblos é provincias, é que llevasen consigo todos los caciques é señores que al presente allí eran con él, en presencia de los cuales, en cada pueblo é provincia que llegasen, casasen los mozos de una provincia con las mozas solteras de la otra, é las mozas solteras de la otra con los mancebos de la otra; é ansí fuesen haciendo por las tierras é subjeto de aquellos señores caciques que con él eran, para que creciesen é multiplicasen é tuviesen perpétua amistad, deudo y hermandad los unos con los otros.
Y visto por Viracocha Inca que su hijo Inca Yupanqui se quedaba con aquel propósito, rióse mucho y no hizo caso dél, porque llevó consigo sus seis hijos, y con ellos el mayor y más querido suyo, que se llamaba Inca Urco, en quien pensaba dejar el lugar y nombre de su persona.
El primero es don Miguel Antonio Caro, hijo del inspirado poeta don José E. Caro, cuyas nobles estrofas En boca del último Inca son conocidas por todos los americanos.
Y estando en esto, hizo llamar Viracocha Inca un señor de los que consigo tenia, y hablándole á solas, le dijo que sacase secretamente la gente de guerra que consigo tenian, é que la llevase á cierta quebrada de monte y paja alta donde estuviese secretamente; y que tan de mientras quél iba, quél ternia en palabras á Inca Yupanqui en cierto aposento, mientras él emboscase allí á la gente; y que dentro del aposento, si él pudiese, á manos le mataria; y que si de allí escapase, que le matase él en la quebrada del monte por do habia de tornar á volver el Inca Yupanqui.
Palabra del Dia
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