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Los acentos irritados é imperiosos de mi padre, los rumores de una voz que parecía suplicar y algunos sollozos ahogados, era todo lo que podía oir.

La difunta desapareció con su niño, como si la hubiesen tranquilizado estas promesas. Huía tal vez igualmente de los gritos y blasfemias de los otros obreros, que habían sido despertados por Rosalindo al hablar en voz alta. Estaban irritados contra el salteño porque todas las noches mostraba predilección en su borrachera por conversar con una mujer invisible.

Entretanto, nosotros esperábamos cándidamente que saliera del círculo fatal para verlo flotar sobre la corriente. Secretamente irritados contra él por su tardanza en continuar su viaje, nos habíamos prometido no marcharnos de allí hasta su salida para saborear con tal triunfo nuestra comida.

Luciana estaba muy pálida y sus ojos irritados indicaban un largo insomnio. Me tomó la mano, la conservó en la suya, cuyo calor me quemaba a través de mi guante, y me dijo: Gracias por haber venido... Es usted buena, Elena, y se puede fiar en usted, ¿no es verdad? Sus ojos me miraban como si buscasen mi alma en el fondo de los míos.

Murieron muchos, y entre ellos un mozo valiente hijo de George, cabeza de los Alanos. A la mañana volvieron á troparse, y quedaron los Catalanes superiores habiendo muerto más de 300 Alanos; y si no temiera á los vecinos de Cizico, á quien por los malos tratamientos tenian irritados, que no tomasen las armas, y se pusiesen de parte de los Alanos, lo hubieran sin duda degollado á todos.

En su extraña situación, viviendo durante el día de jugueteos infantiles con una muchacha que no despertaba en él más que el regocijo de la camaradería fraternal y durante la noche de tristes recuerdos, lo único que le placía era la confianza de su madre, la tranquilidad de la casa, el poder ir y venir sin sentir fijos en él unos ojos irritados y escuchar palabras de indignación ahogadas entre dientes.

Irritados contra su vejez, intentaron un nuevo esfuerzo; pero la muchedumbre protestaba contra su locura, y cayó sobre ellos, desapareciendo los viejos arrebatados por sus familias. ¡Dejadme, cobardes! ¡Al que me toque, lo mato! rugía el capitán Llovet. Pero por primera vez aquel pueblo, que le adoraba, puso la mano en él.

Luisa, sentada al lado de su padre, miraba a éste con una inefable ternura; diríase que la joven abrigaba el temor de no verle más; sus irritados ojos revelaban que por ellos habían corrido abundantes lágrimas. Hullin, aunque estaba sereno, parecía algo intranquilo.

Rogábales humildemente, y procuraba disuadirlos de las supuestas quejas con los europeos: decíales que todo era falso é inventado por la malicia de los que les persuadian lo contrario; pero mas irritados con estos medios de suavidad, empezaron á manejar sus hondas, ensayando el modo con que habian de usar de ellas.

En vez de los grupos alegres y bulliciosos de antes, en las aceras se veían parejas de la Guardia Veterana haciendo circular á los estudiantes, que salían de la Universidad silenciosos unos, taciturnos, irritados otros, estacionaban á cierta distancia ó se volvían á sus casas. El primero con quien se encontró fué Sandoval. En vano le llamó Basilio; parecía que se había vuelto sordo.