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Luisa, sentada al lado de su padre, miraba a éste con una inefable ternura; diríase que la joven abrigaba el temor de no verle más; sus irritados ojos revelaban que por ellos habían corrido abundantes lágrimas. Hullin, aunque estaba sereno, parecía algo intranquilo.

Estas tablas tenían pie y medio de ancho por tres de largo, y llevaban en medio agujeros disimulados con cera para sujetarlas a los pies. Terminados los preparativos, nos dedicamos a esperar un día obscuro. La luna comenzaba a menguar, pero aún las noches eran bastante claras. A medida que el momento se acercaba, me sentía intranquilo y febril.

En aquellas tristes horas engañaba el insomnio paseándose a ratos por la habitación, a ratos echado y descabezando un ligero intranquilo sueño. Acudían entonces a su memoria las acciones e imágenes de aquel día o de los anteriores, a veces las de fechas muy remotas y que no tenían relación alguna con su situación presente.

Cuando regresé a mi alcoba me sentí calenturiento y me metí entre sábanas; pero sólo logré conciliar intranquilo y mil veces interrumpido sueño. Recuerdo que aquella noche fuí testigo de los episodios más sangrientos de la conquista de México.

¡! exclamó Urbide . ¿De dónde sales con ese uniforme? ¿Qué has hecho en todo en todo el día de ayer? Estaba intranquilo. ¿Qué pasa? Todo lo contaré. ¿Tienes el coche? , pero... Nada, tráetelo en seguida, lo más pronto que puedas. Pero a escape. Martín se sentó a la mesa y escribió con lápiz en un papel: «Querida hermana. Necesito verte. Estoy herido, gravísimo.

Pasó la noche intranquilo; pero se estuvo durmiendo toda la mañana del 23, por lo que pudo Jacinta dar otro salto, acompañada de Rafaela, a la calle de Mira el Río. Esta visita fue de tan poca sustancia, que la dama volvió muy triste a su casa. No vio al Pituso ni al Sr. Izquierdo.

Me desembaracé de mi mochila para convertirla en almohada, me aflojé el cinturón y con el cuchillo en la mano me tendí para descansar. Afortunadamente, los mosquitos no cesaron de turbar mi reposo; como durmiendo con sueño intranquilo, mi oído percibía vagamente todos los ruidos á mi alrededor y oía la charanga enervante de los mosquitos y el saltar de los monos chillones.

Sólo uno, el hijo del Kan de Tartaria, había logrado salvarse de su indiferencia para incurrir en su odio. Este Príncipe adolecía de una fealdad sublime. Sus ojos eran oblicuos, las mejillas y la barba salientes, crespo y enmarañado el pelo, rechoncho y pequeño el cuerpo, aunque de titánica pujanza, y el genio intranquilo, mofador y orgulloso.

No había transcurrido una hora, cuando Juan despertó intranquilo, rompiendo a hablar de una manera algo descompuesta. Creyó Jacinta que deliraba, y se incorporó en su cama; mas no era delirio, sino inquietud con algo de impertinencia. Procuró calmarle con palabras cariñosas; pero él no se daba a partido. «¿Quieres que llame?». «No; es tarde, y no quiero alarmar... Es que estoy nervioso.

Anoche estuve toda la noche discurriendo muy intranquilo, los sesos como ascuas, porque al plan, mejor dicho, al sistema no le faltaba más que una fórmula para estar completo... ¡La maldita fórmula...! Por fin, ahora, hace un ratito, se me ocurrió; di un brinco de alegría.