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Actualizado: 18 de junio de 2025
Bien hubiera querido el Kan que este encanto fuera indestructible y eterno, mas no pudo lograrlo a pesar de sus maravillosos conocimientos en la magia. El rey de los genios se opuso a su mal deseo, y si bien no pudo hacer completamente ineficaces sus encantamentos y conjuros, supo despojarlos de gran parte de su malicia.
El encanto quedará deshecho en el acto, el Kan de Tartaria morirá de repente, y el Príncipe de la China, no sólo poseerá el celeste imperio, sino que heredará asimismo todos los kanatos, reinos y provincias, que por derecho propio posee aquel encantador endiablado. Apenas el ermitaño acabó de decir estas palabras, hizo una mueca muy rara, entreabrió la boca, estiró las piernas y se quedó muerto.
Bástete saber que vivo y que estoy bien de salud, aunque no volverás a verme hasta que tenga descifrada la carta misteriosa del Kan y desencantado a mi querido Príncipe. Adiós.» La Princesa Venturosa había ido con sus dos amigas a pié, y en romería, a visitar a un santo ermitaño que vivía en las soledades y asperezas de unas montañas altísimas que a corta distancia de la capital se parecían.
El Príncipe de la China es por sus virtudes, talento y hermosura, el favorito del rey de los genios, el cual le ha salvado mil veces de las asechanzas que el Kan de Tartaria ponía contra su vida. Viendo el Kan que le era imposible matarle, determinó valerse de un encanto para tenerle lejos de sus súbditos y reinar en lugar suyo en el celeste imperio.
Al anochecer de aquel mismo día volvió a entrar el general en el palacio del Rey Venturoso con la carta del Kan de Tartaria entre las manos. Haciendo un gentil y respetuoso saludo, se la entregó a la Princesa. Rompió ésta el sello y se puso a leer, pero inútilmente: no entendió una palabra. Al Rey Venturoso le sucedió lo mismo.
Lo mismo ocurre con el lugar de la escena; tierras maravillosas, Palestina, el reino de Navarra, el imperio del Gran Kan, palacio de Macedonia, y no sólo se desconoce y falsifica la superficie de la tierra, sino que el sistema planetario sufre asimismo un cambio radical.
El entusiasmo religioso hablaba de embajadas dirigidas a los papas por el Preste Juan o el Gran Kan de la Tartaria, poderosos señores que desde el fondo de sus palacios querían entrar en relación con la cristiandad y convertirse a la verdadera fe.
Le guardaron asimismo, por especial privilegio de los diablos, Nembrot y sus descendientes. El último, de éstos murió, una semana ha, por disposición tuya, ¡oh Princesa Venturosa! y ya no queda en el mundo sino una sola persona que pueda descifrarte la carta del Kan de Tartaria. Esa persona soy yo; y para hacerte ese servicio, el rey de los genios ha conservado siglos mi vida.
De esta suerte ahogó el general al Príncipe tártaro. No bien murió, los genios desaparecieron, y los soldados del Rey Venturoso se rehicieron y reunieron a su jefe. Este esperó con ellos a los enviados que traían la carta del Kan de Tartaria, y que no se hicieron esperar mucho tiempo.
Y apenas se sigue la ruta de Pinzón, surge la pequeña isla antillana, etapa primera del gran descubrimiento, que dura luego más de un siglo... Tal vez nadie hizo tanto por la gloria de Colón como su consocio al cambiar de rumbo. Imagínese usted si el Almirante, en su prisa de ver al Gran Kan, sigue la primera dirección y va a dar en las costas actuales de los Estados Unidos.
Palabra del Dia
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