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Poner a Carlos bajo la influencia del helado cielo de la Rusia era matarle, y sin separarse de él, era imposible evitar lo que temía... ¿A quién había de confiarlo? ¿quién tendría cuidado de él? ¿qué sería de este niño?... Lloraba Gerardo, y yo también lloraba al ver las lágrimas en aquella fisonomía que ordinariamente causaba tanto regocijo.

Quevedo hizo con el brazo la señal de una estocada á fondo. Cabalmente. Perdonad; pero vos no sois cristiano, amigo Juan. ¿Por qué me decís eso? ¿no os he dejado tiempo para poneros en defensa? Dígolo, porque vuestro rencor no cede. ¿No os habéis satisfecho con haber desarmado hace dos horas á don Rodrigo Calderón, sino que pretendéis matarle?

PEPA. Yo lo he visto; sin duda le habrá reprochado algún crimen. UN HOMBRE. ¡Ah! Por fin el maldito está en el sillón. OTRO. ¡Alabado sea Dios! Ya le ponen el cuello en la argolla. JUANA. ¡Santa Virgen! ¡Ya van a matarle! Pero... UN HOMBRE. ¿Y qué?... JUANA. Es que nos estafan, nos roban... ¿y la mano? EL PUEBLO. ¡Es verdad, que le corten la mano! EL ALCALDE. Es justo, lo habíamos olvidado.

2 Sabéis que dentro de dos días se hace la Pascua, y el Hijo del hombre es entregado para ser colgado en un madero. 3 Entonces los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo se juntaron en el patio del sumo sacerdote, el cual se llamaba Caifás; 4 Y tuvieron consejo para prender por engaño a Jesús, y matarle.

Aborrecía ya a aquel hombre Cervantes, y por nada del mundo hubiera querido obligarse a no pedirle razón cumplida, espada contra espada, de todas las desgracias que había causado a la madre de doña Guiomar y a ella misma; y por esto, y aunque ardía en deseos de tener cuanto antes presentes las perfecciones y los encantos de su bien amada, deteníase, y pensaba en que tal vez sería mejor ir a buscar a aquel bachiller Carrascosa, su amigo, porque conocía a todo el mundo en Sevilla, y debía conocer a don Baltasar de Peralta, y preguntarle cuál fuese su morada, e ir a buscarle y provocarle de tal manera, que no pudiese dejar de ponerle en la ocasión de matarle.

Saliéronle al encuentro todos, hombres y mujeres, y le hospedaron cortesmente en su Ranchería, mas no con aquellas demostraciones de afecto que el Padre esperaba; y sin duda fué porque había ya algunos días que estaba hecha la Ranchería un hospital de enfermos y moribundos por una epidemia pestilente que hacía gran estrago en todos, y lo peor era que echaban la culpa al Padre, diciendo que por haber querido matarle, había hecho venir de otro lugar la peste para vengar su agravio.

11 Si dijeren: Ven con nosotros, espiemos a alguno para matarle, acechemos al inocente sin razón; 13 hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos; 14 echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa, 15 hijo mío, no andes en camino con ellos; aparta tu pie de sus veredas; 16 porque sus pies correrán al mal, e irán presurosos a derramar sangre.

Fernan Jimenez de Arenós con el mismo descuido que Berenguer de Entenza, iba desarmado, y retirando su gente á cuchilladas, fué advertido de la muerte de Berenguer y que con cuidado le iban buscando para matarle; y así con alguna gente que pudo recoger y llevar tras , se salió del campo y tuvo por más seguro entregarse á los Griegos que á Rocafort.

21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este Nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos a los príncipes de los sacerdotes? 22 Pero Saulo se fortaleció más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, comprobando que éste es el Cristo. 23 Y como pasaron muchos días, los Judíos hicieron entre consejo de matarle;

Llevaba yo un revólver en el bolsillo. ¿Para qué? Si hubiera disparado los seis tiros que tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No tirar, y además me temblaba la mano. Todo yo estaba convulso. »Además, ¿por qué no confesarlo? Creo que yo no sería capaz de matarle, aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el cañón del revólver en una de sus sienes.