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Había dormido a la intemperie, sin más cama que el «recado» de su caballo, bajo el frío de las tierras del Sur, o rodeado de nubes de mosquitos en los campos del Norte. Había ayudado muchas veces, con los compañeros de viaje, a tirar de la diligencia atascada en un barrizal al que llamaban carretera. En otras ocasiones le había sorprendido una creciente de aguas, que ahogaba a las bestias de tiro.

Le tomó un brazo el español para tirar de él afectuosamente, llevándoselo de allí. Lo primero es huir dijo otra vez . Yo le daré los medios de hacerlo. Vámonos. Canterac se resistía á obedecerle, mirando al mismo tiempo á Torrebianca. Quisiera antes de irme murmuró decir adiós á la marquesa. Fué tan suplicante el tono con que hizo esta petición, que provocó en Robledo una sonrisa de lástima.

Don Robustiano sonreía; movía la cabeza con gesto de compasión y se dignaba explicar aquello. «Don Santos, aunque se pasmasen aquellos señores, a pesar de morir envenenado por el alcohol, necesitaba más alcohol para tirar algunos meses más. Sin el aguardiente, que le mataba, se moriría más pronto». Pero don Robustiano, ¿cómo puede ser eso? Señor Foja, ahí verá usted. ¿Conoce usted a Todd?

Llevaba yo un revólver en el bolsillo. ¿Para qué? Si hubiera disparado los seis tiros que tiene, ninguno hubiera dado a mi enemigo. No tirar, y además me temblaba la mano. Todo yo estaba convulso. »Además, ¿por qué no confesarlo? Creo que yo no sería capaz de matarle, aunque le hallase dormido y pudiese poner a mansalva el cañón del revólver en una de sus sienes.

¡Calla mujer! replicó la otra, mirando con inquietud al niño... Pero ¿quién ve con paciencia esto?... ¡Lástima de hijo para tal madre!... Desde el fin del mundo hubiera venido yo por ver recibir al mío su premio de gimnasia... ¡Anda con Dios, hijo! Eso indica que cuando seas grande sabrás tirar de un carro... ¡Con tal que me seas bueno!... ¿No es verdad, Calixto, vida mía?...

Nadie creía en ellos como tales rusos. Con ese ruso no tendrá usted frío, ¿eh, amigo Morote? solían decirle al distinguido periodista. O bien: ¿Un ruso nuevo? Pues ya tiene usted para tirar lo que queda de temporada...

El joven respondía con cordialidad, tratando de conocer en las jóvenes que salían de las vísperas y en los mozos que emprendían partidas de pelota o se iban a tirar al arco a los chicuelos dejados en el pueblo y a quienes se asombraba de encontrar cambiados como él.

Por debajo de él pendía una multitud de cintas de varios colores, todas las cuales, menos una, quedarían en las manos de las señoritas, al tirar por ellas. A la que diera con la cinta que abría la piñata se le adjudicaba el globo, cargado, sin duda, de confites, y, según se decía, de chucherías muy lindas.

Rechazó la anciana esta generosidad, porque también él necesitaba vivir y alimentarse, a lo que repuso el marroquí que con un café con pan migao, en la Cruz del Rastro, tenía bastante para tirar hasta la noche.

Para atemorizarlos mandó al Almirante tirar lombardas sin pelota, pero con el ruido se alborotaron más, burlándose del recurso.