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La animalidad todavía dominante en el hombre exasperaba a Gabriel. Era el obstáculo con que tropezaban los planes generosos del porvenir. Y exponía ante sus oyentes atónitos las transformaciones de la creación natural y el origen del hombre: el inmenso poema de las evoluciones de la Naturaleza, desde el protoplasma originario hasta las infinitas variedades de la vida.

Sin saber por qué se despedía así antes de que llegaran las otras; y le miró, no ya con la gracia de sus ojos un poco atónitos, sino con una súbita expresión seria, dulcemente seria.

Un rumor triste, fatídico, que escuchó detrás de las paredes de su cuarto, le hizo levantar la cabeza y clavar los ojos atónitos en el vacío. ; no cabía duda; se la llevaban, se la llevaban. Don Mariano se arrojó de bruces sobre el sofá y hundió el rostro en los almohadones para reprimir los gritos. ¡Esposa mía! ¡Esposa de mi alma!... Te llevan..., te llevan para siempre... ¡Ay, qué horror!...

El único rumor que turbaba el profundo silencio de nuestro regimiento, donde hasta los caballos parecían contener el aliento y explorar el campo con atónitos ojos, era un ligero y casi imperceptible son metálico producido por las estrellas de las espuelas. Aquel temblor de piernas es un accidente que la caballería observa siempre en el comienzo de toda batalla.

El Autor de un libro precisamente ha de conseguir que le alaben sus amigos, si los busca de propósito para este efecto. Los Aprobantes tienen el estilo de quedarse admirados á la primera linea, pasmados á la segunda, y atónitos antes de acabar la cláusula.

Atónitos y despavoridos de este suceso los bárbaros, recelosos de que no les sucediese peor, huyeron precipitadamente retirándose á un bosque no muy distante, de donde ninguno se atrevió á salir, quedándose por providencia de Dios un solo indio de ellos llamado Sonema, que después los ayudó mucho para la conversión.

Replicar quería Sancho a su amo, pero la voz del Caballero del Bosque, que no era muy mala mi muy buena, lo estorbó; y, estando los dos atónitos, oyeron que lo que cantó fue este soneto: -Dadme, señora, un término que siga, conforme a vuestra voluntad cortado; que será de la mía así estimado, que por jamás un punto dél desdiga.

Y el tío Frasquito sacaba la primera del paquete, cuyo sello tenía, en efecto, la efigie del zar Alejandro II. De San Peterrsburrgo... La abrí extrañado y me encontré con esto... Y abría, a la vez que hablaba, la carta, poniendo ante los ojos atónitos de Jacobo un pliego en blanco, en cuyo centro se leía escrita esta sola palabra: =¡MENTECATO!=

Si helaba, levantábase de madrugada y dejaba atónitos a los de casa saliendo al corredor en mangas de camisa, lavándose todo el cuerpo con el agua que se hacía sacar de las pilas de mármol, después de roto el hielo.

1 Y salió de allí, y vino a su tierra, y le siguieron sus discípulos. 2 Llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?