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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Los Turcos, y Turcoples que eran los fieles á Rocafort, quedaron tan pasmados y atónitos del hecho, que no pudieron tomar resolucion. Los Almugavares estaban divididos, la mayor parte le amaba, la otra le aborrecía, pero toda la gente de estimacion y la nobleza, como la mas ofendida, era la que procuraba con muchas veras su perdicion.
En su ciego arrebato, desnudó Balarán la daga que llevaba en el cinto y se la hundió a Urbási en el seno, causándole instantánea muerte. Atónitos, estupefactos quedaron los de uno y otro bando, al ver caer a Urbási desplomada en el suelo.
El jabalí se desplomó; y el caballero, volviendo a montar, y saltando otra vez el vallado, saludó con la gorra a las damas, alejándose a escape. Su gran capa amarilla flameaba en el viento, como bandera que se lleva el enemigo. Todos le miraron atónitos.
El alcalde se levantó con solemnidad. «¡Señores... se va a proceder al discutinio!». Entra la gente en tropel: comienza la lectura de papeletas; míranse los curas atónitos, al ver que el nombre de su candidato no aparece «¿Tú te moviste de ahí?», pregunta el abad de Naya al centinela. «No, señor», responde éste con tal acento de sinceridad, que no consentía sospecha. «Aquí alguien nos vende», articula el abad de Ulloa en voz bronca, mirando desconfiadamente a don Eugenio.
Ana vio a la luz de la lámpara un rostro pálido, unos ojos que pinchaban como fuego, fijos, atónitos como los del Jesús del altar.... El Magistral extendió un brazo, dio un paso de asesino hacia la Regenta, que horrorizada retrocedió hasta tropezar con la tarima. Ana quiso gritar, pedir socorro y no pudo.
Todo esto junto produce un ruido infernal. Tío Nardo se marea, su mujer solloza y Andrés observa impávido. De aquella turba de niños, algunos lloran, otros meditan tristemente reclinados contra la borda, otros miran atónitos cuanto les rodea..., ¡muy pocos ríen!
Un dolor inmenso, agudo, cruel palpitaba sólo en aquella estancia, y unos ojos fijos, atónitos, sin lágrimas, reflejaban los átomos de claridad que aún vagaban perdidos por el ambiente. ¿Cuánto tempo permaneció así? Los pajarillos que vinieron a posarse a la madrugada sobre los hierros de los balcones acaso pudieran dar respuesta.
A los gritos acudieron algunos criados, que se detuvieron confusos, atónitos, contemplando aquella escena extraña. También se abrió la puerta del gabinete y apareció en ella la figura del duque, de bata y gorro. En poco tiempo había envejecido de un modo sorprendente. Tenía los ojos apagados, el color caído, las mejillas pendientes y flácidas.
Oyendo lo cual, todos quedaron atónitos, y más viendo que en todo el aposento ni al derredor de la mesa no había persona humana que responder pudiese. ¿Cuántos estamos aquí? -tornó a preguntar don Antonio.
4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, como el Espíritu Santo les daba que hablasen. 6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua. 7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: He aquí ¿no son galileos todos éstos que hablan?
Palabra del Dia
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