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Actualizado: 17 de septiembre de 2024
...¡Cretino!... ¡Imbécil!... repetía Melchor contemplando a las dos muchachas que se alejaban llevadas por el hermano, en el carro bajo y ancho del colono. ¡Rufino, deme un vaso de cerveza; de la que está en el balde! No bebas más, Melchor... Déjate de pavadas, Lorenzo; tengo sed. Toma limonada. ¡Pero qué afán de darme consejos!... ¡Caramba!... Deme la cerveza, Rufino.
Siempre que la enfermera subía al piso alto, permanecía largo rato en aquel aposento, contemplando, al través de la vidriera policroma, el paisaje conocidísimo, y, sin embargo, extraordinario, que se veía desde allí.
Y para probar su firmeza de hiena, sin otro amor que el de la sangre, cogió con sus manos huesosas la cara de Marieta, la levantó para verla más de cerca, contemplando sin emoción las pálidas mejillas, los ojos negros y ardientes que brillaban tras las lágrimas. ¡Bruixa... envenenaora!
Roussel, en camisa y con el candelero en la mano, se sintió presa de un súbito enternecimiento, y aun á riesgo de coger un resfriado, permaneció contemplando al huérfano. La luz, hiriendo los ojos de Mauricio, le despertó.
El dinero me fue quitado a tiempo, y ya veis que ha sido conservado, hasta que lo necesitáramos para vos. Es maravilloso... nuestra vida es maravillosa. Silas permaneció sentado, en silencio, contemplando durante algunos instantes el tesoro. Ahora ya no me seduce dijo con aire pensativo ; no, ciertamente que no.
Un anochecer, cuando esperaba el tranvía en la Cannebière rodeado de otras personas, volvió la cabeza con el presentimiento de que alguien le estaba contemplando á sus espaldas. Efectivamente, vió á un hombre detrás de él en el borde de la acera, un señor elegantemente vestido, completamente afeitado, que parecía por su aspecto un inglés cuidadoso de su persona.
Ciertamente que sí, respondió el siervo, contemplando con tamaños ojos la letra escarlata, pues habiendo llegado recientemente al país, no la había visto todavía. Sí, Su Señoría está en casa; pero con él hay un par de piadosos ministros, y al mismo tiempo un médico: no creo que podáis verle ahora. Entraré, sin embargo, replicó Ester.
Un hombre muy alto, encaramado sobre unos zancos que le ponían al nivel de los segundos pisos, recogía propinas de los balcones, tocando el clarinete y haciendo piruetas; la multitud reía en torno, contemplando las contorsiones del volatinero, y algunos grotescos mascarones chapaleteaban sobre el fango, dando vueltas vertiginosas al compás del vals canallesco.
Una vez más nos vemos frente á esta puerta de honor que en tantas ocasiones nos ha franqueado el paso á los campos del combate y de la gloria, dijo el barón contemplando la ciudad con brillante mirada. Allí ondea el pabellón del príncipe y justo es que ante todo le rindamos homenaje. Ya veo dirigirse hacia aquí las lanchas que deben de conducirnos.
De lejos la querré lo mismo que de cerca, y ella me querrá tal vez. Seré para ella como un sueño, y los sueños suelen herir el corazón más que la realidad». Volvió a echarse, y se entretuvo contemplando con errante mirada las paredes de la habitación.
Palabra del Dia
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