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Un resfriado descuidado, una habitación demasiado fría, la privación de cosas necesarias a la vida, es lo que había producido todo su mal. Poco a poco, a pesar de los cuidados del doctor, la pobre niña había palidecido coma una estatua de cera y sus fuerzas la habían abandonado; el apetito, la alegría, el aliento, la satisfacción de respirar el aire, todo le faltaba.

Bien sabe vm., señor, los peligros que corre una muger vinagre que lo es de un médico: aburrido el mío de los rompimientos de cabeza de su muger, un dia para curarla de un resfriado le administró un remedio tan eficaz, que en menos de dos horas se murió en horrendas convulsiones.

Pero ya me he cansado, y en nombre de toda la humanidad acatarrada, solicito para el resfriado la atención de la ciencia y el respeto de las familias. Convengo en que la tuberculosis es más dramática que el resfriado, pero exijo que al resfriado se le otorgue también cierta categoría. Si el gato es el tigre del pobre, como decía no quién, el resfriado es la tuberculosis del principiante.

Era un desayuno de hirviente sangre humana, y yo no podía olvidar que la sangre humana tarda mucho en enfriarse. Esperando pues que se enfriara el desayuno, me lo pasé todo el día en cama. Felizmente tenía caramelos de goma en la mesita de luz, porque estaba muy resfriado. Tan resfriado que la respiración se me había detenido por completo.

Un resfriado, en concepto del doctor, y nada más. Sin embargo, no estaba yo tranquilo. Trabajamos en el escritorio hasta las ocho de la noche, y al sentarnos a la mesa, me dijo don Carlos: Mañana, después de misa, escribirá usted esas cartas, y por la tarde haremos la liquidación esa. Quiere Gabriela unos papeles de música. Me dice que están en el piano; recójalos usted y mándeselos.

La luz de la mañana se desleía ya en el agua turbia de la lluvia. Novillo, antes que Apolonio despertase, retrajo a su lugar correspondiente las apócrifas excrecencias capilares y óseas. Un escalofrío se le difundió entre cuero y carne: «Malo pensó ; he cogido un resfriado. Tanto como me afectan....» Estornudó, y al ruido del estornudo Apolonio abrió los ojos.

Logos... contestan Theos. ¿Estará resfriado Narcisito? ¡Qué voz tan ronca tiene hoy! Sares... Está bien. Egéneto. ¡Pero qué voz tan ronca! Me quiere usted decir, Narcisito, ¿qué significan esas palabras enrevesadas?... Mentira parece que haya idiomas tan concisos y que en solo cuatro palabras se enjareten tantas cosas.

Para sola nació don Quijote, y yo para él; él supo obrar y yo escribir; solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio; a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva; que, para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo, tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en éstos como en los estraños reinos''. Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que, por las de mi verdadero don Quijote, van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna.

Roussel, en camisa y con el candelero en la mano, se sintió presa de un súbito enternecimiento, y aun á riesgo de coger un resfriado, permaneció contemplando al huérfano. La luz, hiriendo los ojos de Mauricio, le despertó.

Marisalada tuvo un golpe de tos. El pescador se retorció las manos de angustia. Un resfriado dijo la tía María ; vamos que eso no es cosa del otro jueves. Pero también, tío Pedro de mis pecados, ¿quién consiente en que esa niña, con el frío que hace, ande descalza de pies y piernas por esas rocas y esos ventisqueros? ¡Quería! respondió el tío Pedro.