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Actualizado: 7 de julio de 2025


Se esparcía el ruidoso grupo por el último piso como las más horrendas invasiones de la Historia. Gatos y ratas huían por igual á los rincones. Los pájaros, despavoridos, salían como flechas por los tragaluces del techo.

Y sin embargo, se consideró solo, á merced del destino, expuesto á perecer de hambre; más solo que cuando atravesaba las horrendas alturas de los Andes, las tortuosas cumbres de roca y nieve envueltas en un silencio mortal, interrumpido de tarde en tarde por el aleteo del cóndor.

Bien sabe vm., señor, los peligros que corre una muger vinagre que lo es de un médico: aburrido el mío de los rompimientos de cabeza de su muger, un dia para curarla de un resfriado le administró un remedio tan eficaz, que en menos de dos horas se murió en horrendas convulsiones.

Imaginó luego que Rafaela se había vuelto loca: que los desdenes místicos de su hija habían perturbado su razón. Tal vez pensó también que la asidua lectura de libros malos e impíos había arrancado del alma de Rafaela las creencias cristianas que fueron su consuelo y la había inducido a tan horrendas abominaciones.

Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los templos, el escarnio de los Sacramentos y los ultrajes al augusto Tabernáculo. Perdón, Señor. Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas maquinaciones de tenebrosas sectas. Perdón, Señor. Basta por esta noche dijo Tirso levantándose. Mañana, el rosario y paráfrasis de un mandamiento.

Poco á poco perdonaba Babuco la codicia del asentista, que en la realidad no es ni mas ni ménos codicioso que los demas, y que es indispensable; disculpaba la locura de disipar su caudal por hacer la guerra, que era orígen de tantas bélicas proezas; y perdonaba los zelos de los literatos, entre quienes se hallaban sugetos que ilustraban el mundo: se reconciliaba con los magos ambiciosos y tramoyistas, que con pequeños vicios juntaban grandes virtudes; puesto que le quedaban no pocos escrúpulos, especialmente sobre los galanteos de las damas, y las horrendas conseqüencias que infaliblemente habian de producir, y que le llenaban de horror y sustos.

Volviéndome y revolviéndome en mi lecho pasé dos o tres horas. ¡Odio, odio terrible, deseos insaciables de venganza, que era preciso satisfacer!... Las pasiones más horrendas se agitaban en mi alma; las tinieblas del mal se agrupaban en torno mío, y al entornar los ojos percibía yo fulgores rojizos, relámpagos de sangre.

Esto mismo que hemos dicho, nos lleva al conocimiento de que debemos usar de metáforas en la manifestacion de cosas horrendas y feas, que excitan el ánimo á horror y desabrimiento. Ya hemos mostrado, que junto con nuestras nociones mentales andan siempre inseparables los afectos del ánimo.

Además, no cesaban de proferir unas blasfemias tan horrendas que los cabellos de los inocentes campesinos se erizaban de terror. Sobre todo las mujeres sentían indignación tan profunda que sin temor la dejaban estallar en su presencia. Pero esto les hacía reir y no les corregía. Poco á poco aquellos mineros enseñaron su oficio á los zagales de Carrio y Canzana.

Cogióla Zadig con su acostumbrada cortesanía, pero no se la ató á la dama á la pierna; y este leve yerro, si por tal puede tenerse, fué orígen de las desventuras mas horrendas. Zadig no pensó en ello, pero la muger del envidioso pensó mas de lo que decirse puede. Cada dia se le presentaban nuevas damas.

Palabra del Dia

godella

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