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Tomó criados para su servicio, y compró todo quanto era necesario para un viage largo; finalmente se le presentó el señor Vanderdendur, armador de una gruesa embarcacion. ¿Quanto pide vm., le preguntó, por llevarme en derechura á Venecia, con mis criados, mi bagage, y los dos carneros que vm. ve ? El patron pidió diez mil duros, y Candido se los ofreció sin rebaxa. ¡Hola, hola! dixo entre el prudente Vanderdendur, ¿con que esté extrangero da diez mil duros sin regatear?

Con estas pasamos otras corteses razones, y anduvieron por alto los ofrecimientos, y de lance en lance me dixo: vm. sabrá, señor Cervantes, que yo por la gracia de Apolo soy poeta, ó á lo menos deseo serlo, y mi nombre es Pancracio de Roncesvalles. Miguel. Nunca tal creyera, si vm. no me lo hubiera dicho por su mesma boca. Pancracio. Pues porqué no lo creyera vm? Mig.

Todos los extrangeros son arrestados, pero déxelo por mi cuenta, que yo tengo mi hermano en Diepe en la Normandía, y le llevaré alla; y si tiene vm. algunos diamantes que darle, le tratará como yo propio. ¿Y porqué arrestan á todos los extranjeros? dixo Candido.

Apénas habia vuelto en , quando le vi á vm. desnudo de medio cuerpo: allí fué el cúmulo de mi horror, mi consternacion, mi desconsuelo, y mi desesperacion. Digo de verdad que la cútis de vm. es mas blanca y mas encarnada que la de mi capitan de Bulgaros; y esta vista aumentó todos los afectos que abrumada y consumida me tenian.

Menester es que sea muy rico. Volvió de allí á un rato, y dixo que no podia hacer el viage por ménos de veinte mil. Veinte mil le daré á vm., dixo Candido. Toma, dixo en voz baxa el mercader, ¿con que da veinte mil duros con la misma facilidad que diez mil? Otra vez volvió, y dixo que no le podia llevar á Venecia si no le daba treinta mil duros. Pues treinta mil serán, respondió Candido.

Sin duda es muerta Cunegunda, y á mi no me queda mas remedio que morir. ¡Ha, quanto mas hubiera valido quedarme en aquel paraiso terrenal del Dorado, que volver á esta maldita Europa! Razon tiene vm., amado Martin; todo es mera ilusion y calamidad.

Y yo digo, que estoy muy quejoso de la descortesia que conmigo se usó en partirse vm. deste monte sin despedirse de , ni de mis hijas, sabiendo quanto le soy aficionado, y las musas por el consiguiente; pero si se me por disculpa que le llevó el deseo de ver á su Mecenas el gran conde de Lemos en las fiestas famosas de Napoles, yo la acepto y le perdono.

Llamáron, al punto á otros Judíos, vendió Candido otros diamantes, y se partiéron todos en otra galera para ir á librar á Cunegunda. Que trata de los sucesos que pasáron con Candido, Cunegunda, Panglós y Martin. Mil perdones pido á vm., dixo Candido al baron, mil perdones, padre reverendísimo, de haberle pasado el cuerpo de una estocada.

Un cadí me mando dar cien palos en la planta de los piés, y me condenó á galeras; y pienso que jamas se ha cometido injusticia mas horrorosa. Ahora querria saber porque se halla mi hermana de fregona de un príncipe de Transilvania refugiado en Turquía. ¿Y vm., mi amado Panglós, cómo es posible que le esté viendo?

Donde se da cuenta de la plática de Candido y Martín, al acercarse á las costas de Francia. Avistaronse al fin las costas de Francia. ¿Ha estado vm. en Francia, señor Martin? dixo Candido. , Señor, respondió Martin, y he corrido muchas provincias: en unas la mitad de los habitantes son locos, en otras muy retrecheros, en estas bastante bonazos y bastante tontos, y en aquellas lo dan por ladinos.