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Decimos esto porque ha sido este arco objeto de reñidas contiendas entre muchos anticuarios, que dándole la importancia que por solo no tiene, han gastado tiempo y tesoros de erudicion queriendo buscar el primer arco apuntado hecho en el mundo, y mostrando el precioso hallazgo, quién en oriente, quién en occidente, este en Egipto, aquel en Grecia, unos en las orillas del Soma y del Rhin, otros en las del Guadalquivir, otros finalmente en Inglaterra, en Normandía, etc., segun su particular simpatía por esta ó aquella tierra.

De este tiempo y del siglo XI es asimismo un antiguo misterio bretón, publicado no hace mucho . No deja de ser muy interesante lo que dice Mateo Paris en su Vitæ abbatum, cuando cuenta que Godofredo de Normandía, maestro de escuela de Dunstaple, hizo representar por sus discípulos una historia maravillosa sacada de la vida de Santa Catalina, y que no fué invención suya, sino costumbre transmitida de unos maestros y escolares á otros.

Raza ruda, nobilísima, con la finura del guijarro. Todo lo que progresa la Normandía, decae la Bretaña. Imaginativa y dotada de talento, le agrada lo absurdo, lo imposible, las causas perdidas. Empero si pierde en tantas cosas, le queda una, la más rara, el carácter.

No se ha visto tal torbellino, y ello merecíalo la Comedia, porque traía un Rey de Normandía sin propósito en hábito de Ermitaño, y metía dos lacayos para hacer reir; al desatar la maraña no había más de casarse todos, y allá va. Al fin tuvimos nuestro merecido.

Aquí es donde he colocado siempre mis fondos, y a fe que no me ha ido mal. ¿Verdad, padre Altorf? El jardinero, delicada flor de la Normandía, hizo sonar el dinero en su mano y respondió al honorable preopinante: ¡Vamos, no diga usted tonterías! lo que se ha bebido ya no se vuelve a tener.

Después pensaba con emoción en las bellas campiñas de Normandía, donde había nacido; creía ver aún la choza dorada por los últimos rayos del sol, el arroyuelo límpido y fresco, el viejo manzano, y su madre, y su mujer, y sus hijitos que esperaban su regreso, suspirando junto a los hermosos pájaros dorados y a las telas de vivos colores que él no dejaba de llevarles nunca como recuerdo de sus lejanas correrías.

Asimismo hubiese podido tomar ejemplo de otras localidades de Bretaña. ¿Quién ignora la gran cantidad de frutas y de legumbres que produce Roscoff, las cuales llegan á venderse á vil precio hasta en la misma Normandía? Volviendo á nuestro edificio, lo quiero no muy alto. Bajos y un piso para los dormitorios.

No se percibe el infinito, empero se siente, se oye, se le adivina así, siendo más profunda la impresión que con ello causa. Esto me sucedió en Granville, playa tumultuosa de gran oleaje y mucho viento donde termina la Normandía y comienza la Bretaña.

No se ha visto tal torbellino, y ello merecíalo la comedia, porque traía un rey de Normandía sin propósito, en hábito de ermitaño, y metía dos lacayos por hacer reír, y al desatar de la maraña no había más de casarse todos y allá vas. Al fin, tuvimos nuestro merecido.

A cada trecho veíamos, bajo los sombreros de fieltro burdo, ó de paja amarilla y anchas álas, fisonomías femeninas bastante graciosas, con ese color vago del tipo de la Francia centro-oriental, que no es ni el rubio delicado de Picardía y Normandía, ni el suave sonrosado de las alturas jurásicas, ni el moreno picante de las gentes que pueblan las comarcas meridionales de Francia.