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Volvía de la emigración muy latino. Afortunadamente allí estaba él para corregir aquella educación viciosa. Despidió a doña Camila y se encargó de la instrucción de su hija. En el extranjero se había hecho don Carlos más filósofo y menos político. Para España no había salvación. Era un pueblo gastado. América se tragaba a Europa, además.

¿Preso entre los criminales? ¡Gracias, señor L'Ambert! ¡Eso sería la deshonra de mi familia! ¡Seguirás bebiendo, o no? ¡Ah, Dios mío! ¿cómo beber cuando no se tiene dinero? Todo lo he gastado ya, señor L'Ambert. Me he bebido los dos mil francos íntegros; me he bebido mi tonel y cuánto poseía, y no hay un alma en la tierra que ya quiera abrirme crédito. Me alegro, perillán; hacen todos muy bien.

Le azotó el rostro con la intención, y ya desahogada la ira, que se gozaba con las futuras crueldades de la venganza, pudo decir sereno y sonriente: En fin, Bonis, tienes razón; ya se ajustarán cuentas cuando Emma sane, y se pueda ver con números, que has de procurar entender, ¿estamos?, lo que habéis gastado vosotros, lo que he ahorrado yo..., y quién debe a quién.

En la prensa de la Corte se llevaban la palma los discursos de Castelar, por entonces muy distante de haberse gastado. ¡Cuánta palabra linda, y qué bien que enganchaban unas en otras! Parecían versos.

Y ansí fue éste, porque yendo la calle arriba, echando mi cuenta en lo que le emplearía que fuese mejor y más provechosamente gastado, dando infinitas gracias a Dios que a mi amo habla hecho con dinero, a deshora me vino al encuentro un muerto, que por la calle abajo muchos clérigos y gente en unas andas traían.

Vemos á cada paso hombres cuyos intereses y deberes reclaman ciertos trabajos no mas pesados que los que ellos mismos se imponen: y no obstante dejan aquellos por estos, sacrificando á su gusto el interes y el deber. Han de despachar un expediente, y le dejan intacto, á pesar de que no habian de emplear en él ni la mitad del tiempo que han gastado en correspondencias insignificantes.

Isidora no cabía en de júbilo. Aquel día, el 24, soltarían a Mariano. Ella misma iba a sacarle de la horrenda cárcel. ¡Oh! ¡Si no se hallara muy mal de dinero, aquel día habría sido uno de los más felices de su vida! ¿En qué había gastado lo que le diera dos meses antes el marqués de Saldeoro por cuenta del Canónigo? Verdaderamente ella no lo sabía.

Vivía entonces muy fresca la memoria del fervorosísimo P. Martín del Campo, de la provincia del Perú, que después de haber gastado con ellos algunos meses, vista su obstinación, se vió precisado á irse á otra parte á emplear sus fervores. Por tanto les aconsejaba pusiesen la mira en otros países donde no se perdiesen á mismos, y ganasen felizmente á los otros.

El padre Aliaga, joven entonces é inexperto, no había comprendido que el hombre vive para mismo, por más que se haga la hermosa, la noble ilusión de que vive para los demás, que el corazón tiene una tendencia invencible hacia el sentimiento dulce, y que rechaza el dolor, que es un sentimiento amargo; le rechaza como rechaza todo lo que existe, lo que le es contrario, mientras busca ansioso ese otro sentimiento de dulzura que es su alimento, por decirlo así, de vida; no había comprendido que el tiempo mata el dolor y concentra el deseo, y se encontró demasiado vivo, cuando se creía muerto; vigoroso, cuando se creía gastado; necesitado de un mundo de impresiones, de afectos, de contrastes, de vida, en una palabra, cuando huyendo del mundo, se había refugiado en el claustro.

Un vestido se toma a crédito, pero los remiendos se pagan al contado. Algunas veces es más fácil comprar un reloj que una col. La duquesa disponía de un resto de crédito que cultivaba con un cuidado religioso, pero, en cuanto al dinero, no sabía cómo procurárselo. El duque de La Tour de Embleuse ya no tenía amigos: los había gastado como el resto de su fortuna.