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Actualizado: 4 de octubre de 2025
Preso por uno.... Aquella misma atrocidad de haber gastado tanto dinero que no era suyo demostraba la intensidad, la fuerza irresistible de su pasión. Pues adelante». Cierto era que quedaba el rabo por desollar. D. Juan Nepomuceno le tenía cogido por las narices, y podía hacer de él lo que le viniese en voluntad.
Un día, Gonzalo, enojado consigo mismo por lo que gastaba sin sustancia, le dió la llave del dinero. «Mira, guarda tú esa llave; ni Ventura ni yo tenemos arte para manejar los cuartos. Cuando te pidamos dinero, lo apuntas en este cuadernito y nos avisas de lo que llevamos gastado en el mes.
¡Ah muchacho! ¿Ya vienes con lo del sacrificio, como en todas tus cartas? ¡Qué sacrificio! No, tía, pero.... Era preciso que te presentaras bien. Por fortuna en esos días recibimos un dinerito, el de la casa. ¿Ya sabes que la vendimos? Sí; contesté creo que me lo escribieron. Tú dirás: ¡estaba ya tan vieja! En reponerla se hubiera gastado más.
Sin contar lo que he dado en limosnas, pues esto bien empleado está, llevo gastado un dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valían, regalos que estas gentes dieron en hacerme cuando corrió la voz de mi largueza.
Por esto y nada más que por esto hubiera querido esperarte en la estación y llevarte conmigo por ahí. ¿Te avergüenzas de mí...? No tengo derecho a juzgarla. ¡Ya ve usted...! Yo no había pensado siquiera en buscar madrina... CIRILO. Era una broma que mis compañeros me habían gastado sin que yo lo supiera. Cuando usted me escribió, su carta me pareció tan bonita, que contesté.
Estaba esperando hacía dos meses el momento de poner á Jacobo en los brazos de su madre y se prometía goces deliciosos. Con frecuencia decía á Tragomer: "¡Será una escena extraordinaria!" Después tuvo que confesar que él, Marenval, un perro viejo de la vida parisiense, gastado y escéptico, se había emocionado más de lo que esperaba y había llorado como un majadero.
He sabido también, que la casa Aubry estaba mal preparada para soportar semejante choque; el señor Aubry es menos industrial que artista; parece que el año pasado ha gastado sumas enormes en ensayos. Este terrible suceso lo sorprende, pues, en plena dificultad pecuniaria. He ahí cuál es su situación. Como ves, no es brillante. ¿Y qué puedo hacer?
El duque de Requena había gastado en los preparativos más de un millón de pesetas, según contaban los revisteros a sus lectores. Decían además ¡oh caso inaudito! que las flores habían venido casi todas de París. Y era cierto. El duque, nacido en Valencia, el más hermoso jardín de Europa, para su baile hacía traer las flores de Francia. Un capital de algunos miles de duros en flores.
En las recepciones de una embajada, conoció al barón de D'Avenda, diplomático extranjero que le doblaba la edad, hombre de corto entendimiento, cuerpo gastado y carácter débil, circunstancias que ella imaginó compensadas con su título, su riqueza, y sobre todo, por lo fácil que le pareció dominarle.
No niego que tal vez fuera mi tratado único en su especie, y que de ninguna manera se asemejaría a la filosofía en que Kant, Fichte, Schelling y otros, han gastado toda su vida, para su mayor gloria y gran felicidad de la posteridad que los lee con un placer tanto más intenso, cuanto que absolutamente no la comprende.
Palabra del Dia
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