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Examinaba el menor detalle de su persona, alabando la delicadeza de sus gustos. Era una pobre costurera y llevaba siempre guantes. Aseguraba que no podía prescindir de ellos, así como de otras costumbres superiores a su clase, adquiridas cuando niña en casa de su madrina.

Fue un choque magnético que hizo arder súbito toda la alegría de su corazón infantil. Los tertulios la llamaron, trataron de retenerla; pero ella, obedeciendo la orden de su madrina, siguió hasta el gabinete. Pocos momentos después se oyó la voz áspera de Quiñones. ¿No está el conde de Onís por ahí? ¿Cómo no entra?

¿Que no tiene D. Miguel miedo a los ladrones? preguntó con acento afectadamente brusco el señor de las Casas. que lo tiene repuso sonriendo dulcemente el joven, sentándose al propio tiempo al lado de su madrina. Sus razones habrá. Los ricos son los que temen. Los pobres, como yo, están tranquilos. Pero ¿tendrá el señor cura tanto dinero como se dice? preguntó D.ª Marciala con curiosidad.

¿, preciosa? ¿Vas a decírselo a madrina de veras?... Bueno, ya se lo dirás cuando terminemos. Y sin hacer más caso de sus protestas, dejando caer las palabras con zumba, prosiguió imperturbable su tarea. Pero la niña se bajó de nuevo, irritada, furiosa.

Pues ¡mejor, hijo, mejor! ¡Yo quiero mucho a Linilla!... Gabriela será muy elegante, muy bonita, muy rica, ¡cuánto quieras! pero donde está Angelina.... Era preciso irse. Bien, tía... dije levantándome ya es hora, de montar a caballo.... ¿No te despides de tu madrina? , ¡cómo no! Nos dirigimos a la recámara. Tía Carmen estaba cerca de la cama, sentadita en su sillón.

No, madrina, ¡no hay que afligirse! Vendré a ver a ustedes cada ocho días.

Ella me dijo sin llorar, pero sus ojos estaban enrojecidos, lo que acabo de contarle, y como yo no tenía ya nada más en el mundo que la piedad de mi madrina, finalmente, con una voz apagada que arrancaba de su pecho con grandes esfuerzos, me dijo: «Hija mía, mi pobre Adela, mi único amor, Dios te proteja... y cuando El, en su bondad, te un esposo... ¿Lo oyes bien, hija mía? añadió levantando la cabeza y tomando un tono de voz lúgubre y grave que aun resuena en mis oídos , ¡que ese esposo vengue a tus padres y que, a cambio de la sangre de tu padre asesinado, tome la sangre de Maugis

Pero Lita sabía por qué preguntaba eso. Lo preguntaba porque había oído decir a los sirvientes que los médicos no podían curar su enfermedad. Y ella esperaba que su madrina fuera una hada y la curase. ¿Qué hubiera sido de la Bella-Durmiente-en-el-Bosque sin su hada madrina?... La mamá de Lita, que era muy linda y bien vestida, diole un beso en la mejilla y salió a visitas y compras.

Oyes, Josefina: ¿a quién quieres más, a tu madrina o a tu padrino? preguntole aquél. A madrina respondió la niña sin vacilar. Y a quién quieres más, ¿a tu padrino o al conde? La niña le miró sorprendida con sus grandes ojos azules. Pasó por ellos una ráfaga de desconfianza y respondió frunciendo su hermoso entrecejo: A mi padrino.

CIRILO. Prefiero permanecer al lado de mi querida madrina, que ha sido tan buena para y a la que yo deseaba tanto conocer. Sus cartas me sostuvieron durante las horas penosas. Tengo que felicitarla. ¡Escribe usted como madame Sevigné...! Tengo mis títulos académicos, aunque maldito si me sirven de algo. CIRILO. Una mujer no debe sentir nunca ser instruida, cuando es bonita.