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Me escapo, me voy al jardín, o a la iglesia, y allí, solita, sin que nadie me vea, lloro y lloro por . A veces creo que estoy sola en el mundo; que nadie me quiere; que ya no piensas en , en tu pobre Linilla.... Pero tengo ratos de alegría, muy dulces, cuando pienso en que me quieres mucho, mucho, y en que estarás taciturno, cabizbajo, melancólico y apesadumbrado por mi separación.

Yo me había soñado que seriamos muy buenos amigos.... Usted sería el confidente de mis tristes amores; yo, de los venturosos amores de usted. Pero el caballero don Rodolfo no tuvo confianza, en Gabriela, en la pobre Gabriela que amaba y no era feliz. Y me decía yo: ¡Dichosa Linilla! Ama, y es amada!... En aquellos momentos principiaron los fuegos.

Ya te he dicho que me distinguen como no lo merezco. «Vamos, Linilla: ¿quieres que deje yo esta casa, que pierda yo esta colocación tan codiciada en Villaverde, y que vuelva yo a ser amanuense de Castro Pérez? Tal vez ni eso pudiera yo conseguir. ¿Quieres que me vaya a la tienda de Andrés a vender cominos y pimienta? Responde.

Estábamos, sin duda en la miseria; algunas veces pedía yo pan y no había pan para . Mi madre, Dios la tenga en el cielo, me abrazaba y se echaba a llorar: «Linilla, me decía Dios nos dará pan; vamos a pedírselo». Y me ponía de rodillas, y me hacía rezar, con las manos juntas sobre el pecho, como un angelito de esos que vimos el otro día en la capilla de San Antonio.

Para todo hay tiempo.... Y dime: ¿qué tal es la señorita Gabriela? ¡Lindísima! ¡No tanto, hijo, no tanto! No es fea... ya me lo . Pero, ¿es buena, es simpática? ¿No es orgullosa ni altiva? Vamos: dime, dime.... ¡Antes la carta, tía; antes la carta de Linilla! ¡Paciencia, niño, paciencia! ¿Qué fugas son esas? Cualquiera diría.... ¿Qué diría? ¡Nada!...

Y no porque la envidia o el orgullo fuesen causa de ello, que tales pasiones no tenían morada en aquel corazón generoso y sencillo, sino porque debido a las torpes murmuraciones villaverdinas o a presentimientos y recelos, muy naturales en una niña que ama y cree que es amada, la pobre Linilla temió, aun antes de corresponder a mi amor, que yo me prendara de Gabriela, cuya belleza y elegancia, no podían ser vistas sin interés por ningún mozo de mi edad. ¡Pobre niña infortunada!

Corrí a mi cuarto, encendí el quinqué, y, presa de hondísima emoción, leí la carta. Mi tía pretendía en vano disimular su impaciencia. ¿Qué dice?... ¡Vamos, tía, calma, calma! Voy a leerla; pero que tía Carmen la oiga también.... Linilla había previsto el caso, y escribió dos cartas: una para que pudiera yo leerla delante de mis tías; la otra para .... ¡Sólo para !

Yo no pude contenerme y corrí a la reja.... Usted siguió su camino.. Desde ese día me simpatizó usted. Pregunté: ¿quién es ese joven? Y Angelina me dijo: se llama Rodolfo.... ¿Si supiera usted lo que pensé? ¿Sabe usted qué? ¿A que no adivina? Que Linilla estaba enamorada...¡Bonita pareja! pensé. Ahora, estoy segura de que usted también está enamorado.

Fallos, juicios y opiniones oímos en el mundo que nos parecen atinados y justos, y los acogemos ligeramente, los repetimos, los hacemos nuestros, y suele suceder que más tarde caemos en la cuenta de que hemos repetido una tontería. Linilla así la llamé en lo de adelante no volvió a tocar el punto, y siempre se mostró conmigo afable y satisfecha.

Y no pensarás en otra, y no verás a otras muchachas, porque yo lo sabré.... Y no irás a la Plaza a oir a Gabrielita.... ¡Linilla! No pienses mal de .... Gabriela es guapa, elegante, y qué cosa más fácil que .... ¡Me enojo, Linilla!... ¡No; es pura chanza!... Pero, seriamente: ¿verdad que no pensarás en otra, aunque sea linda, hermosa, mejor que yo? Te lo juro, Angelina....