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Después de esto el carcelero salió, y don Juan quedó más cuidadoso que antes. Adelantó el día y con él la desesperación y la impaciencia de don Juan. Nadie parecía á tomarle declaración ni darle noticia alguna. Al fin, al medio día se oyeron pasos en las escaleras y luego el ruido de los candados y cerrojos de la puerta. Entró el carcelero. No traía la comida.

No, no precisamente por eso... mi corazón ni os acoge ni os rechaza... pero... os lo repito... nuestros amores son imposibles. Habéis dicho nuestros amores. He querido decir contestó con impaciencia la dama que el logro de vuestros amores es imposible. Os disgusto y lo siento. Pues bien, no me habléis más de amor. Callaré; pero una palabra, una sola palabra: ¿no podré veros?

Una cosa rara, así como un nombre de jarabe... Currita moderó un movimiento de impaciencia, porque la cosa iba ya picando en historia. La una decía que era nombre de píldora y el otro que de jarabe, y sólo se sacaba en claro que era cosa de botica.

La orgullosa dama se contentó con decir, sin mirarle: "Hola, Rafael", y se dirigió rápidamente a la escalinata. ¿Cómo está papá? preguntó al criado que halló en el recibimiento. Tan aturdido quedó que no pudo responderle inmediatamente. ¡Vamos, hombre! repitió con impaciencia . ¿Qué tal papá? ¿Está en las oficinas o en sus habitaciones?

Mientras corría al Banco en que estaba depositado el dinero de la casa, el príncipe paseó por los alrededores del Casino, esperando con impaciencia la apertura de las salas. A primera hora era escaso el público y muy contadas las mesas que funcionaban.

«Vamos, abuelito, que ya me canso, que se me acaba la paciencia, que las simplezas me cargan, que no estoy de humor de mimos...». Y con la loca impaciencia, airada, insensible para todo lo que no fuera su deseo y propósito, avanzó las manos contra el viejo, le atenazó los brazos, le sacudió un momento... ¡Ay!, ¡ay! Relimpio sintió que sus brazos se volvían de algodón.

Quiso ponerlas cuarteando también, pero se pasó una vez porque el toro no arrancó. Volvió a cuartear y volvió a pasarse por la misma razón. De nuevo se fue hacia el toro, y otra vez se pasó. Entonces hubo cierto movimiento de impaciencia en el público; se oyó un silbido; esta fue la perdición del pobre mozo.

Un poco más allá le respondían siempre. Y para hacer más llevadera su impaciencia, encontrábase de pronto en una hoz, cuyos taludes de escuetos peñascos parecían juntarse sobre la cabeza del aturdido expedicionario, y cerrarle la salida en todas direcciones.

Saludó alegremente a los jóvenes, con la misma libertad y franqueza que si fuera uno de ellos, dio un par de palmadas para llamar al mozo y dirigió unas cuantas sonrisas amicales a los parroquianos de las mesas inmediatas. Aquí tiene usted a Mario deshecho de impaciencia. Ya preguntaba si estaría usted enfermo dijo Adolfo.

Mientras él se alejaba llevándose á la muchacha, ellos se quedarían allí con la tropilla. Piola se encargaba de convencer al viejo de la falsedad de sus sospechas. Y si llegaban otros hombres del cercano pueblo, se convencerían también viéndolos sin ninguna mujer y sin Manos Duras de que eran unos viajeros pacíficos que habían hecho alto en aquel lugar. El gaucho le escuchó con impaciencia.