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Actualizado: 16 de julio de 2025
Mesoprion. Especie de besugo de gran tamaño. Ambassis, parecido al boquerón; el indio lo sala y prepara como las anchoas. Salmonete, es muy abundante y exquisito al paladar. Cofre. Su piel dura y huesosa opone una gran resistencia; es muy parecido al lenguado. Rompe candados. Muy semejante á la pescadilla, más alargado que ésta, pero su carne blanca y suave le dá una gran semejanza.
Lo que yo te decía, chica, lo mismo fue enterarse de que estabas en las Micaelas haciéndote la católica, que se le encendió el celo, y todas las tardes pasaba por allí en su featón. Los hombres son así: lo que tienen lo desprecian, y lo que ven guardado con llave y candados, eso, eso es lo que se les antoja. Quita, quita... dijo Fortunata, queriendo aparecer serena . No me vengas con cuentos.
El alcaide se metió por una estrecha puerta y por una escalera obscura. Doña Clara le seguía sin pensar en donde ponía los pies, acertando con los escalones y con las revueltas por instinto. Al fin se vió alguna luz en las escaleras, y al acabar de subirlas se encontraron en un corredor estrecho alumbrado por claraboyas, á cuyo fin había una puerta de hierro con tres cerrojos y tres candados.
Apurando el ejemplo que tenemos entre manos, he de añadir que esto del mundo del que tanto se la hablaba y que ella hubiera adivinado aunque nada le hubieran dicho, porque la humana naturaleza es una parlanchina que todo lo descubre, y, más o menos recio, habla a la imaginación, aunque se la pongan candados en la lengua y se la confine a las soledades de un desierto; que esto del mundo, repito, la dio bastante que pensar desde que traspuso las fronteras de la niñez y entró con paso más firme y con doblados alientos de vida y con mayores fuerzas de visión, en los términos de la juventud.
Después de esto el carcelero salió, y don Juan quedó más cuidadoso que antes. Adelantó el día y con él la desesperación y la impaciencia de don Juan. Nadie parecía á tomarle declaración ni darle noticia alguna. Al fin, al medio día se oyeron pasos en las escaleras y luego el ruido de los candados y cerrojos de la puerta. Entró el carcelero. No traía la comida.
Guardábala su padre, y guardábase ella; que no hay candados, guardas ni cerraduras que mejor guarden a una doncella que las del recato proprio.
Palabra del Dia
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