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La carrera debía ser largada por Lorenzo, teniendo por juez de raya al comisario Maidagan, pero aquél no sospechó la laboriosa operación en que se había comprometido, pues cada vez que calculó poder bajar la señal de la partida debió desistir, porque el «overo» hacía punta, o el «ruano» se quedaba atrás, o el «rosillo» se anticipaba, o el «malacara» se volvía, o el «gateao» permanecía firme en la raya.

El tapiz tenía bajo el pie la consistencia de la tierra firme; los objetos manteníanse en grave inmovilidad y penetraba por las ventanas la brisa oceánica en suaves ráfagas; una brisa discreta que no hacía saltar la velutina de la epidermis ni ponía en desorden los peinados; una brisa regulada, domesticada como la que refresca los salones en las playas de moda.

El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíasele á la cabeza, escaldándole los ojos; pero á pesar de esto, permanecía firme en su sitio, buscando en el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha, de un suave color de caramelo, en cuyo interior acababa de morir achicharrado el gusano laborioso, la larva de preciosa baba, por el delito de fabricarse una rica mazmorra para su transformación en mariposa.

Mayor talento, y más firme convicción, aunque extraviada, inspiraron a Galdós en Gloria; pero sus declarados intentos de propaganda anti-católica por una parte, y por otra el exceso del simbolismo y de las abstracciones personificadas, la enturbian y obscurecen, y casi la sacan fuera de los límites del arte, convirtiéndola en un alegato librecultista, y a la heroína en pedante e insufrible disputadora.

Puesta de pie, recordó el motivo de su visita, hablando de nuevo con aquel tono que revelaba su firme voluntad. Era inútil que buscase á la duquesa. La pobre, después de tantas desorientaciones en su vida, acababa de encontrar el verdadero sendero, el mismo que ella, más afortunada, había seguido en plena juventud. La virgen dolorosa habló con naturalidad del pasado de Alicia. Lo conocía todo.

Un día se dijo: «Ya soy remendón de portal», y se le llenó el alma de gozo, como si hubiera conseguido al fin una posición firme, largo tiempo anhelada. Trabajaba con intervalos: los ratos de trabajo, cada vez más leves, y los intervalos, cada vez más largos. En estos intervalos leía, apoyando el libro sobre la horma de hierro, y tomaba notas en el cuadernito de hule.

Acuéstese usted, duerma si tiene sueño, y déjeme a , que yo lo que tengo que hacer. No dependo de nadie, ¿estamos? Soy dueña de mi voluntad, ¿estamos?». La determinación firme que revelaban estas palabras llevó al bendito D. José a las más elevadas regiones del pasmo, del aturdimiento, de la confusión.

A las causas generales que marchitan y secan en flor semejantes inclinaciones, debe agregarse en este caso la poca conformidad de los caracteres. Manolito, si bien de rostro expresivo y hasta hermoso, era travieso, ruidoso, pendenciero e insolente. Una buena cualidad se reconocía en él: la de no ser rencoroso. Marta era apacible, callada, firme, circunspecta y reservada.

Pues a ello sin tardar un instante. Y ¡ánimo! que Dios aprieta, pero no ahoga. Nieves, que había estado con la mirada fija en Leto, sin perder una palabra, ni un movimiento, ni un ademán del complaciente muchacho en su afanoso ir y venir, cuando le tuvo delante, a pie firme y en silencio pidiéndola una respuesta, se la dio en una sonrisa muy triste, pero muy dulce.

Entretanto los coches venían en vertiginosa carrera, paraban de firme junto á la puerta depositando á la alta sociedad. Las señoras, aunque apenas hacía fresco, lucían magníficos chales, pañolones de seda y hasta abrigos de entretiempo; los caballeros, los que iban de frac y corbata blanca usaban gabanes, otros los llevaban sobre el brazo luciendo los ricos forros de seda.