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No sabemos lo que es ese club. Siempre nos hablan ustedes los aragoneses del club de Zaragoza, y aun hoy no sabemos lo que es eso. ¿Qué es eso? Mucho discurso democrático, pero ningún acierto para hacer propaganda y formar un partido. Pero en último resultado, ¿cuáles son las teorías de ese club tan decantado? Yo desconfío de él. ¿Quién habla de ese club? Conozcamos á sus hombres.

Había realizado un esfuerzo enorme escribiendo para los periódicos de España y América numerosos artículos, un cuaderno todas las semanas de mi Historia de la Guerra y dos novelas, Los cuatro jinetes del Apocalipsis y Mare nostrum. Además hice muchas traducciones y otras labores literarias obscuras para la propaganda en favor de los Aliados.

Ferpierre se calló otra vez un momento para dar a Vérod tiempo para decir algo, y luego, como éste siguiera silencioso, continuó: El Príncipe no podía querer la muerte de la Condesa cuando volvía a amarla, con un amor vehemente y tímido a la vez, que obligaba, a un rebelde como él, a desistir de su propaganda revolucionaria, a renegar de su pasado, de su fe política, de sus cómplices.

Pálida gloria será la de las épocas y las comuniones que menosprecian esa relación estética de su vida o de su propaganda.

Este sujeto, hombre de escasa mentalidad y que ni siquiera gozaba de prestigio entre los de su clase, ha conseguido llegar hasta donde ha llegado merced á los miramientos y consideraciones que con él se tuvieron y á la importancia que se le dió á raíz de haber iniciado su propaganda racista.

Cuando se presentaron dos mozos de cordel trayendo a cuestas una parte de los muebles, el señor Vicente se despidió. Tenía que hacer propaganda aquella tarde. Ahora visitaba a la gente de la carretera de Extremadura: unos pobrecillos sin más medios de existencia que el trabajo en los tejares durante el verano y el robar cardillos y leña de la Casa de Campo.

Desde que comenzaron á propagarse las doctrinas del Partido Independiente de Color, fué Lacoste uno de los principales, si no el principal jefe del Partido, pues nada se hacía sin contar con su previa aprobación; dedicando á la propaganda del mismo todo su empeño y hasta su dinero, pues posee una mediana fortuna como dueño que es de una regular extensión de tierras sembradas de café en las inmediaciones de Guantánamo, que son conocidas con el nombre de "Dios y ayuda".

Por espacio de muchas noches hizo propaganda acalorada. A veces se tenía que incomodar, porque le hacían observaciones estúpidas o socarronas. Como se expresaba muy bien, oíanle todos con gran atención, y las chicas del partido le ponían buenos ojos. El mozo era el más entusiasmado y decía: «¡Qué pico tiene este señor de Rubín!».

Este chico anda tonto... yo no lo que tiene; parece que no está en este mundo.... ¡Oh, maldita Regenta! ¡Esa mala pécora me lo tiene embrujado! Al mes siguiente se celebró la segunda sesión de la Innominada; se bebió, se emborracharon los que solían y se dio cuenta de los trabajos de propaganda.

En Londres conoció a una inglesa joven, enferma, que, movida como él por el ardor de la propaganda revolucionaria, iba de la mañana a la noche por los paseos y los alrededores de los talleres repartiendo folletos y hojas impresas que guardaba en una caja de sombreros siempre pendiente de su brazo. Lucy fue al poco tiempo la compañera de Gabriel.