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¿Qué haces, Nela? dijo el muchacho después de una pausa, no sintiendo ni los pasos, ni la voz, ni la respiración de su compañera . ¿Qué haces? ¿Dónde estás? Aquí replicó la Nela, tocándole el hombro . Estaba mirando el mar. ¡Ah! ¿Está muy lejos? Allá se ve por los cerros de Ficóbriga. Grande, grandísimo, tan grande, que se estará mirando todo un día sin acabarlo de ver, ¿no es eso?

Tenia delante y en derredor todas las hermosuras de una naturaleza severa, salvaje, grandilocuente por sus rumores y su aspecto, deslumbradora y preñada de infinita poesía; y á mi lado, soñando despierta como y o, la mujer adorada, la compañera y el ángel guardián de mi vida....

«Cualquiera diría que me protege pensaba . Ella es el hombre, y se alegra de que la débil compañera, que soy yo, se halle á cubierto del peligro... ¡Qué situación tan grotesca!...» Por fortuna, algunas tardes, al presentarse Margarita en el estudio, volvía á ser la misma de los tiempos pasados, haciéndole olvidar instantáneamente sus preocupaciones.

Sin embargo, debo, por mi parte, confesar que yo no había sacado aún ninguna conclusión respecto al móvil verdadero de aquella visita; a pesar de que estaba convencido de que había en ello algún motivo ulterior, que no podía, empero, ni sospechar. Después de cenar, la señora Gibbons condujo a mi linda compañera a su pieza, mientras Gibbons me mostró la que había preparado para .

Iba á morir; estaba seguro de que iba á morir... Sólo le quedaban unos meses de existencia. Y la pobre compañera que rezaba á sus pies también desaparecería pronto. No se sobrevive á un golpe como el que acababan de experimentar. Nada les quedaba que hacer en el mundo.

Solos en una mesa Benina y el marroquí, charlaron de sus cosas: el ciego le contó las barrabasadas de su compañera de vivienda, y ella su entrevista con D. Carlos, y el ridículo obsequio del libro de cuentas y de los dos duros mensuales.

Daría yo muestras de una desconfianza que no me honraría ni honraría a la compañera de mi vida. Haría creer que la sospechaba de liviana o de fácil. Ejercería contra mi mujer un acto tiránico, que tendría, además, algo de infamatorio. Ella tendría entonces razón para dejar de amarme..., para odiarme..., quizá para despreciarme

Gabriel, mirando a su compañera, sentía el dulce egoísmo que experimenta el que vive cuando muere el poderoso. Ya caen los grandes, Sagrario. Y nosotros los enfermos, los miserables, aún tenemos por delante alguna vida. A la hora en que se cerraba el templo bajó para comenzar su vigilancia. El campanero le esperaba con las llaves. ¿Qué hay del cardenal? preguntó Gabriel.

Verdad es que yo he tasado todo con mi fantasía de dueña legítima... ¡Ay mi Virgen! mi compañera de toda la vida; cuando la dejé sobre el mostrador, me pareció que me lo reprochaba con sus dulces ojos... ¡Valiente día estoy pasando! A ver esos cubiertos...

Tiene la candidez de la juventud, la gracia de una juventud bella, y la seduccion de una actriz. Pegada al mostrador hay una silla, y sentado en la silla hay un hombre, tipo perfectamente parisiense. Con perdon del francés y de mi compañera, digo y declaro que ella me gusta más que él.