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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Otra vez, enardecido por su propias palabras y seguro de la aceptación de Elena, se atrevió á poner las manos sobre su cuerpo, pero se vió repelido. No dijo ella severamente, á la vez que entornaba los ojos con malicia . Le advierto que mientras no hayamos llegado á París sólo seré para usted una compañera de viaje.

En este momento se asoma al balcon, mi compañera la ve y me llama. Es muy blanca y tiene el cabello casi rubio. Hay en su fisonomía esa mezcla de expresion ardiente y melancólica, triste y apasionada, que es la gran belleza del tipo italiano. Mira con cierto frenesí á uno y otro lado de la calle, como si esperase á alguna persona. ¡Pobre Luisa!

Estaba celoso de los incógnitos amigos que almorzaban con Freya. En vano afirmó ésta que era la doctora la única compañera de las horas que pasaba fuera del hotel. El marino, para tranquilizarse, exigió que la viuda aceptase sus invitaciones. Debían dar mayor amplitud á sus paseos, debían visitar las bellas afueras de Nápoles, almorzando en sus alegres trattorias.

¿Pero será cierto que se gustan? preguntó la joven artesana, oyendo a su compañera expresarse tan claramente. ¡Chica, yo no ! Lo que te puedo decir es que D. Narciso no sale de su casa, y que muchos días desde la ventana de mi cuarto los veo correr uno tras de otro por el jardín de Montesinos jugando al escondite... Tanto, que se lo he dicho. ¡Se lo has dicho! exclamó la otra, estupefacta.

Lloraba al recordar la Virgen de su tierra, pero cuando los compatriotas le incitaban a seguirles, sus lágrimas eran de desesperación. «¡Ay, no! ¿Y la familia?...» Y presentaba a la respetable compañera cobriza, con ojos de diablo y mejillas cubiertas de chafarrinones, y tras ella, la nidada de mesticillos, ágiles como gamos, con panzas ávidas de sepultar todo lo viviente.

Aunque me buscase el mismísimo príncipe de Asturias, le diría que no. Ya tengo a mi Isidro, que es para esta pobrecita mucho más que los príncipes y los reyes. ¡Si supieras qué celos me daba una compañera de taller cuando decía que, aunque feo, eres simpático!... Terminada la cena, devoraron los dulces y bebieron las últimas gotas de vino.

Aquel que llevaba, de cabeza deforme, no era suyo, sino de una compañera que andaba con un ciego de violín, borracha ella, y si a mano venía, tomadora.

La alemana habló al principio con timidez, en tercera persona, evitando el tuteo de la pasión; pero luego, con súbita familiaridad, se expresó libremente, lo mismo que cuando paseaban por la cubierta a altas horas de la noche. Me has hecho mucho daño. ¡Lo que yo he sufrido!... Quise odiarte, y no pude... Al verte con otra, huía, huía, detestando a tu compañera; pero a ti no.

La ansiedad evidente de aquel hombre, que parecía llevar oculta preciosa carga y el aspecto de su compañera despertaron el interés de los dos jóvenes ingleses que los seguían á dos pasos de distancia. ¡Ánimo, hija mía! exclamó el desconocido en lo que parecía ser uno de los dialectos de aquella región. Cien pasos más y lo ponemos en salvo.

Pero en aquel momento estaba Carolina inestablemente sentada en el borde de su cama; semidesnuda, y con un gracioso mohín en sus bonitos labios, enroscaba entre los dedos sus largos rizos leonados, mientras que su compañera, Catalina de Corlear, dramáticamente embozada en un largo cubrecama blanco, con su altiva nariz latiendo de indignación y sus negros ojos chispeantes, dominaba sobre ella como un enojado duende.

Palabra del Dia

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