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Y tirando del cinturón para correr la hebilla unos cuantos puntos, acallaban de este modo el estómago hambriento y seguían adelante con el mosquete al hombro, el talle gentil y la ilusión aleteando ante sus ojos. El oro, que huía de ellos en las cumbres, los aguardaba sin duda en los profundos valles de asfixiadora torridez, como rayos de sol petrificados por el suelo ardiente.

Fué de semblante áspero, de corazon ardiente, y diligentísimo en ejecutar lo que determinaba, magnífico, liberal, y esto le hizo General, y cabeza de nuestra gente; pues con las dadivas grangeó amigos que le pusieron en este puesto, que fué uno de los mayores, fuera de ser Emperador, ó Rey, que hubo en aquellos tiempos.

Su porvenir de usted está comprometido. Le he hecho perder ya tres meses; nadie esperaba que durase tanto. Mi familia tiene mucha vitalidad; será necesario que me mate. Usted tiene derecho, ya lo ; para eso le ha costado su dinero. Pero déjeme aún algunos días; ¡es tan hermosa la luz! Me parece que respiro mejor. Don Diego le cogió la mano; estaba ardiente.

«Trae al muchacho ardiente, y á las Gracias, la ropa desceñida, y á Mercurio elocuente, y de ninfas seguida la Juventud sin no apetecida»; pero, en cuanto Horacio entra á ver á Glícera, con todo este cortejo, nos da con la puerta en los hocicos, y acaba la oda, sin que nos cante ni nos deje ver lo que pasa dentro. Ya nos lo presumimos.

Al que infame, cobarde y miserable Deserta su defensa inimitable Le estampa el sello ardiente del traidor, Y teje siempre-viva y mustio lirio Para ceñir coronas de martirio Al que le su vida en oblacion.

Me debéis la voluntad... si yo he podido salvaros, ese poder no añade ni un quilate más á la voluntad; esa misma voluntad de salvaros la ha tenido doña Clara. Vos sois más hermosa... vuestro amor más ardiente. Ya que os amo, don Juan, no procuréis perder mi aprecio. ¡Vuestro aprecio! por cierto.

Una fiebre ardiente se había apoderado de ; estuve algunos días delirando y me vi atacada de una enfermedad contagiosa, enfermedad que hacía tiempo azotaba el país, y que hería de muerte a todo el que alcanzaba. Al primer síntoma de la aparición de la viruela, el espanto en el castillo fue grande.

Y luego reclinó la cabeza sobre mis hombros, y rodeó sus frescos brazos a mi cuello. ¡Yo te amo! la dije con voz opaca y ardiente rozando con mis labios sus mejillas. Amparo se estremeció y rompió a llorar. ¡Te amo continué no desde cuando! me parece que te he amado toda mi vida; que te amaba antes de nacer. Amparo se estrechó más contra .

Unas veces era Roberto y otras Marta; sentía, hablaba, obraba por ellos, y en el silencio de mi dormitorio resonaba el murmullo apasionado de un amor ardiente, desdeñoso del mundo entero.

Agitad, agitad vuestras castañuelas, jóvenes, porque la cachucha reemplaza al bolero. ¡La cachucha! ¡he aquí una verdadera danza andaluza, una danza ardiente y animada, vertiginosa y lasciva! Id... id... rodead con vuestro brazo amoroso la cintura de vuestra amante, y arrastradla rápidos y estremecidos al son del instrumento sonoro.