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Y humillado y furioso decía con rabia: ¡No puedo!... De repente tropezó en un cadáver; habían llegado al sitio del combate. Llene usted el saco dijo el oficial. En la sombra opaca su fina silueta se destacaba más sombría todavía; inmóvil y sondando el horizonte tenebroso, no se ocupaba siquiera de su compañero, que se daba prisa para acabar su lúgubre tarea...

Es verdad dijo con la voz opaca y convulsiva ; decid á una pobre niña abandonada de todo el mundo: fuerte, renuncia al amor, que es tu vida, porque la desgracia te ha hecho indigna del amor de un hombre honrado; ensordece, cuando puedas escuchar palabras de consuelo; ciega, cuando el sol de la felicidad nace para ti; muere, cuando empiezas á vivir; no, Dorotea, no; vivirás; porque Dios quiere que vivas; amas á ese hombre; ese hombre será para ti... ó para nadie... y cuenta con que el Santo Oficio se ponga frente á frente del bufón.

Don Eugenio, el abad de Naya, se abría literalmente de risa, apretándose las caderas con ambas manos, quejándose y derramando lágrimas; el marqués de Ulloa lanzaba carcajadas poderosas; hasta Primitivo modulaba una risa opaca y turbia. El bueno del ratón no podía ya entreabrir los labios para hablar sin que la hilaridad se desatase.

Traía gorro de terciopelo azul en la cabeza, bordado probablemente por sus hijas; bata de color de canela, y sobre la bata, dejándola al descubierto por debajo, un gabán de verano. Conque poeta... poeta murmuró con voz opaca y acento fatigado. Yo soy muy aficionado a la poesía. En mis buenos tiempos también escribí versos. Muy lindos, por cierto interrumpió Pepita.

Larga hilera de gente seguía atrás, levantando murmullo de rezos apagados por el lloriqueo rítmico del violín o la nota opaca y rotunda del tambor. En esta hilera de cabezas sumisamente agachadas, que bajaban formando en el flanco de la montaña como una cinta negruzca, de vez en cuando se iluminaba con el claror del crepúsculo una cara que miraba al cielo con los ojos ensoñados.

La lluvia, que caía a torrentes, azotaba las ventanas del cuarto de Bettina. ¡Oh! ¡cómo llueve, cómo se va a mojar! Fue su primer pensamiento. Levántase, atraviesa su cuarto con los pies desnudos y entreabre un postigo. Empieza a despuntar el día, con una luz gris, opaca, pesada; el cielo está cargado de agua; el viento sopla tempestuoso, por ráfagas que hace girar la lluvia en torbellinos.

¡Oh, Dios mío! exclamó Dorotea. ¡Qué debía yo hacer! exclamó con acento roncó el bufón ampararte, criarte, velar por ti... y no tenía dinero... ¡el diablo á veces acude al auxilio de los desesperados y acudió al mío! Y el bufón soltó una carcajada opaca, silenciosa, horrible. Dorotea se sentía estremecida por un terror inexplicable.

He callado, porque debía callar; he sufrido cuanto he podido sufrir; pero ya no puedo sufrir más, porque tengo celos. Amparo levantó su cabeza de sobre mi hombro, y me miró con una expresión triste, grave, solemne, al través de sus lágrimas. Luego me dijo con voz opaca y reconcentrada: ¡Celos ! ¡celos por mi amor y celos de otro hombre! ¡Esto es horrible! ¡Esto no puede ser!

Y la voz del bufón al pronunciar estas palabras, era ronca, opaca, casi imperceptible, y á pesar de esto, era poderosa y marcaba todas las entonaciones, todas las gradaciones de la pasión. Dorotea le escuchaba muda, aterrada, dominada por aquella pasión viva. Oye, la dijo el bufón : yo amo.

Las condiciones en que se desliza la vida actual hacen a la mayoría de la gente opaca y sin interés. Hoy, a casi nadie le ocurre algo digno de ser contado. La generalidad de los hombres nadamos en el océano de la vulgaridad. Ni nuestros amores, ni nuestras aventuras, ni nuestros pensamientos tienen bastante interés para ser comunicados a los demás, a no ser que se exageren y se transformen.