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Actualizado: 9 de julio de 2025
Y si soy un miserable, ¿por qué me amas? ¡Don Juan! exclamó Dorotea con la voz trémula, ardiente, opaca, y la mirada ansiosa, fija, concentrada en los ojos del joven ; ¡don Juan! ¡mira no mientas involuntariamente! No, no; te amo dijo don Juan estrechándola contra su seno. Dorotea pugnó por desasirse. Sólo á ti amo murmuró el joven en su oído. Dorotea rompió á llorar.
Tengo enemigos, enemigos que me he hecho por vos; los buscaré, los provocaré y me dejaré matar. ¡No! contestó con la voz opaca doña Clara, fijando en don Juan una mirada ardiente, fija, aterrada, mientras la mano con que le asía temblaba de una manera violenta. Si no encontrare enemigos míos, buscaré los del rey, los de España y me matarán. ¡No! repitió de una manera profunda doña Clara.
La luz parecía que resbalaba sobre ella sin penetrarla; sus mil torrecillas no tenían fuerza para romper enteramente la atmósfera opaca que las envolvía.
Debajo de ella, las olas inmóviles se extendían como una masa opaca donde sólo de vez en cuando brillaba la tenue luz fugitiva de un astro. La brisa húmeda trajo á su nariz los acres olores marinos. Permaneció así largo rato, abstraído, enteramente emboscado en las memorias de otros días.
Quitó la almohada, quedándose con las rótulas apoyadas en el santo suelo; alzó los ojos, buscando a Dios más allá de las estampas y de las vigas del techo; y abriendo los brazos en cruz, comenzó a orar fervorosamente en tal postura. El ambiente se volvió glacial; una tenue claridad, más lívida y opaca que la de la luna, asomó por detrás de la montaña.
Una tarde de luz fría y débil, melancólica y opaca, en que al gotear continuo y múltiple de la lluvia se unía de tiempo en tiempo el silbido seco y sonoro del viento del Norte. Nada, pues, tenía de extraño el estado en que se encontraban la gorra, la capa y los zapatos de Francisco Martínez Montiño.
¡Pobres animales! Pierden su casa, y sólo logran, después de muchos sufrimientos, otra más fea e incómoda. Pero viven, y ocultan su cuerpo deforme y su concha opaca y fea en las aguas de los ríos. Deben sufrir un martirio atroz, tío dijo Hans. Cierto; especialmente cuando el cuchillo del cazador les priva de su vivienda. Pero, Van-Horn; que te olvidas del almuerzo.
Palabra del Dia
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