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43 Y alzaron de los pedazos doce cestas llenas, y de los peces. 44 Y los que comieron eran cinco mil hombres. 45 Y luego apuró a sus discípulos a subir en el barco, e ir delante de él a Betsaida en la otra ribera, entre tanto que él despedía la multitud. 46 Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar. 47 Cuando llegó la noche, el barco estaba en medio del mar, y él solo en tierra.

La noche del día de Pascua de 1820, escribe ella, se sintió «como ahogada por su propia dicha y por la de sus hijos», y tuvo necesidad de ir, a la caída de la tarde, a reponer su corazón demasiado lleno de gracia y de lágrimas, a la iglesia de San Roque, donde ella iba a orar frecuentemente en los primeros años de su juventud.

41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada; 1 Y aconteció que estando él orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos; sea tu Nombre santificado. Venga tu Reino.

De las dos niñas, la primera, Cecilita, tenía ya dos años y medio; la otra, Paulina, contaba ocho meses. Lo mismo una que otra, vivían al calor maternal de su tía. Ella las lavaba, ella las vestía, las daba de comer, las sacaba a paseo, enseñaba a orar a la primera.

Dirigióse al arbol de balití que se levantaba en el centro, enorme, misterioso, venerable, formado de raices que subían y bajaban como otros tantos troncos entrelazados confusamente. Detúvose ante un monton de piedras, se descubrió y pareció orar. Allí estaba sepultada su madre, y su primera visita cada vez que iba al pueblo era para aquella tumba ignorada, desconocida.

Y quando oráres, no šeas como los hypocritas: porque ellos aman el orar en los ayuntamientos, y en los cantones de las calles en pie: paraque šean vištos. Mas tu, quando oras, entrate en tu camara: y cerrada tu puerta, ora

El sueño dorado de toda la vida de Traga-santos había sido ir á Madrid, gustar en su propio manantial el agua brotada milagrosamente al golpe del regatón de Isidro, y orar en el templo erigido al Santo en los campos que éste regó con el sudor de su frente.

Al fin me armé de valor y entré muy suavemente en su cuarto. La encontré arrodillada junto a la cama, con el rostro oculto en la almohada, y parecía orar. Me quedé inmóvil en el umbral, pues no me atrevía a perturbarla. Al fin, se volvió y al verme se levantó estremeciéndose. ¿Qué quieres? balbució. Yo me colgué de ella y mis sollozos habrían enternecido a un corazón de piedra.

Mas el P. Arce, después de sus ordinarias ocupaciones en ayuda de los prójimos, luego que se ponía en presencia de Dios en la oración, estaba tan dentro de , que todo lo que no era Dios lo dejaba lejos de ; y de persona fidedigna, testigo de vista, que le veía orar delante del Santísimo Sacramento, que observaba en el Padre tan devota compostura, y tal inmovilidad de cuerpo y de sentidos, que le compungía no poco y ayudaba para atender con mayor devoción á este santo ejercicio; bien que su orar y estar en la presencia de Dios, no se reducía á horas determinadas, sino que jamás perdía de vista aquel infinito bien, de suerte que estaba todo en lo que hacía, y todo en aquél por quien lo hacía, no solamente obrando por amor sino amando en el mismo obrar; y cualquiera que fijaba en él los ojos lo conocía manifiestamente.

Cuando acababa este discurso se había arrodillado sobre una roca en actitud de orar. Me alejé de allí sin que él se diese cuenta, reflexionando sobre todas mis emociones del día, e incierto aún sobre lo que debía hacer, pero bien persuadido de la inocencia de Adela.