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Pero cuando las plantas florecen al sol, bajo la brisa del mar, yo me regocijo con ellas, tomo parte en su dicha y se me ensancha el corazón. ¡Qué hermosa es la tierra! ¡Y qué feliz todo el que vive! ¡Sería muy triste abandonar este mundo delicioso que Dios ha creado para el placer del hombre! Y, sin embargo, hay gentes que se matan. ¡Qué locos! »Decían en París que yo no vería brotar las hojas.

Solo el mar, cuyas olas se habían encrespado con la brisa de la noche como si despertasen del calor del día, enviaba sus roncos bramidos, su canto inmortal al estrellarse contra las enhiestas rocas.

La fuente del orgullo derramaba ahora por todo su cuerpo un goce inmenso y bravío. Sintió erguirse en la brisa, como una cresta de gallo, la pluma de su sombrero, y experimentó en los talones una extraña sensación de fuerza invencible. Hubiera querido lanzar, con toda su voz, hacia la luna, el grito de guerra de sus mayores.

Unas cuantas cabras, un centenar de aves y algunas verduras, fué todo lo que pudimos conseguir. Aprovechando la brisa matinal, salimos del pequeño puerto de San Jacinto poniendo proa al cercano islote de San Bernardino, el cual no tardamos mucho en doblar, merced á la empopada en redondo que nos favorecía.

Gillespie sonrió, satisfecho de no estar solo en esta tierra misteriosa. No se había equivocado: eran ratas ú otros roedores del bosque de arbustos. De nuevo empezaba á adormecerse, cuando un zumbido, que parecía sofocado voluntariamente, pasó varias veces sobre su rostro. Al mismo tiempo le abanicó las mejillas cierta brisa dulce, semejante á la que levantan unas alas agitándose con suavidad.

Empezaba el verano; y la fresca brisa, puro soplo del inmenso elemento, les proporcionó un goce suave en su romería. El fuerte de San Cristóbal parecía recién adornado con su verde corona, en honra del alto personaje, a cuyos ojos se ofrecía por primera vez.

Cirilo dejó escapar un suspiro de satisfacción y contempló arrobado el espléndido panorama que tenía delante murmurando «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso!» A su lado Visita también parecía aspirar su belleza grave y solemne, si no por los ojos por la boca y por la nariz que se abrían para dejar paso a la fresca brisa de la sierra.

Se oculta el sol: ya es la noche: la brisa se torna en viento, que en largo sonoro acento anuncia la tempestad, y sobre la mar inquieta, cubierta de blanca espuma, negra y espesa la bruma aumenta la oscuridad.

No era, no, aquella hermosa noche en que se había quedado también de bruces después de hablar con su tío. Entonces, la belleza esplendorosa del cielo, tachonado de estrellas, el limpio cristal de las aguas, donde cabrilleaba la luz de la luna, la blanda brisa juguetona, le hablaron un lenguaje de muerte, , pero dulce, recogido, íntimo. Era una voz amiga que le invitaba a reposar.

Casi hacía calor, aunque era el mes de Marzo. Rafael, habituado al viento frío de Madrid y a las lluvias de invierno, aspiraba con placer la tibia brisa que esparcía el perfume de los huertos por las estrechas callejuelas de la ciudad vieja.