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Actualizado: 17 de septiembre de 2024
Ved, como parecido al Leteo, el lago parece adormecerse a sabiendas y por nada del mundo quisiera despertar. Toda belleza duerme. Y ved donde reposa su ventana abierta a los cielos, Irene, con sus destinos. ¡Oh brillante princesa! ¿por qué dejar esa ventana abierta a la noche? Los espíritus juguetones, desde lo alto de los árboles se filtran a través de la persiana.
Gillespie sonrió, satisfecho de no estar solo en esta tierra misteriosa. No se había equivocado: eran ratas ú otros roedores del bosque de arbustos. De nuevo empezaba á adormecerse, cuando un zumbido, que parecía sofocado voluntariamente, pasó varias veces sobre su rostro. Al mismo tiempo le abanicó las mejillas cierta brisa dulce, semejante á la que levantan unas alas agitándose con suavidad.
¡Oh! ¡Es triste la vejez! Algunas noches, el viejo solía adormecerse ligeramente en medio de la muda contemplación de su hija. El reloj daba las doce, sin que Blanca hubiese regresado a aquel hogar trunco por la oposición de su vejez a su juventud.
La calma del crepúsculo, compuesta de murmullos imperceptibles, de lánguidos suspiros que exhala la Naturaleza próxima a adormecerse, invadía el ambiente.
Los más amigos del novelista, todavía más conocedores que él de su propia fuerza, murmuraban siempre en sus oídos un más allá, y no le dejaban adormecerse con los halagos de la muchedumbre de los lectores, cuyo criterio estético se reduce a admirar lo que está más cerca de sus gustos y propensiones.
Sus criados no vieron nada de extraordinario y su imprudente paso quedó ignorado de su marido. Hacia las cinco de la mañana acababa de adormecerse, quebrantada por el cansancio y las emociones, cuando la despertó un ruido que se sentía arriba de su cabeza. Sentía pasos y roces sordos, sobre el piso; comprendió que su marido procedía anticipadamente a los preparativos del viaje.
Maltrana creía verle con diverso aspecto en las varias horas del día: soñoliento y torpe al amanecer; alegre y risueño después de las abluciones matinales; pesado y cabeceador luego de mediodía, al adormecerse el Océano bajo el incendio solar; melancólico y rumoroso como un jardín antiguo a la caída de la tarde, cuando las cubiertas se teñían de un rojo naranja, prolongándose las sombras de las personas con la esbeltez de los cipreses; ruidoso y frívolo al cerrar la noche, con una alegría semejante al hervor del champán, a la sonrisa de unos labios pintados, a la languidez de unos ojos engrandecidos por el kohol.
Ella era la aurora que asoma sus dedos de rosa por la inmensa rendija entre el cielo y el mar; la hora tibia del mediodía que adormece las aguas bajo un manto de oros inquietos; la bifurcada lengua de espuma que lame las dos caras de la proa rumorosa; el viento cargado de aromas que hincha la vela como un suspiro de virgen; el beso piadoso que hace adormecerse al ahogado, sin cólera y sin resistencia, antes de bajar al abismo.
La borracha, al sonreirle, mostró que le faltaban varios dientes. Luego guiñó un ojo con cínica invitación, pero al ver que el hombre miraba á otra parte, levantó los hombros y volvió á adormecerse. Ocupó el recién llegado una mesa frente á la mujer que le había precedido, y pudo contemplarla más detenidamente que en la calle.
Desde la edad de doce años, en que la llevaron a comulgar por primera vez, no había vuelto a verse en otra como aquella, y con la impresión recibida retrogradaba su pensamiento a la infancia, llegando hasta adormecerse por breves momentos en la ilusión de que era niña inocente y pura, y de que, como entonces, ignoraba lo que son pecados gordos.
Palabra del Dia
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