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Creía yo entonces ¡pobre muchacho soñador! que un orto de fuego sería opaco y brumoso para el malvado; que los lirios del río no tendrían aromas para el perverso; que las selvas acallarían sus músicas y enmudecerían medrosas cuando pasaran bajo sus arcadas, bajo sus bóvedas de follaje, corazones manchados.

Yo le veia entre las vagas nubes que colora el sol que presta su matiz dorado á la primer sonrisa de la aurora; la armonía solemne, grave, dulce y pausada, que encanta los sentidos en la tarde serena de luz, de aromas y de cantos llena, era su voz; el rayo su mirada; el ronco trueno, el ruido de su carro que cruzaba el Empíreo; su suspiro la brisa; su espejo el ancho mar; su manto el cielo, y el sol esplendoroso su sonrisa.

Nieves, que toda era ojos y respiración, para gozar a sus anchas de la luz y los aromas de que estaba inundada la campiña, adivinando la malicia envuelta en la pregunta de Catana, contestó a la de su padre, sonriéndose con la rondeña: Es una salida como otras suyas, por no mentir. Teme que lo sientas si te dice que no la gusta... por lo menos tanto como...

Por lo pronto, Portugal brillaba más, pero la empresa de Aragón y Castilla era más sublime, gloriosa y difícil, y por lo mismo tardaba más en realizarse. Ambos pueblos iban buscando la cuna de las primeras civilizaciones; los orientales alcázares del Sol, donde le recibía en su tálamo la Aurora; el imperio en que se cría la seda, y la tierra fértil de las especias y de los aromas.

Los aromas penetrantes del tomillo y del hinojo embalsaman y purifican el ambiente. Lo mejor y más florido de estos terrenos pertenecía a la Compañía. Separada de la aldea como unos trescientos pasos y en el centro de un parque se levanta soberbia fábrica de piedra. Es la habitación del director y el centro administrativo de las minas.

Dijo el Corsario, y en su altiva frente Relámpago de luz cruzó luciente Como una exalacion. Volvió á la popa, y se acostó en su asiento, Y en medio de la música del viento Tranquilo se durmió. La aurora aparece con dulce sonrisa Y llena de aromas la atmósfera está, Hermosa goleta que impele la brisa Surcando va el agua del gran Paraná.

El sol brilla con fuerza, recortando enérgicamente las sombras, y el aire, impregnado de rústicos aromas, apenas consigue agitar las hierbecillas sedientas del agua de los cielos. Todo está seco; en cuanto alcanza la mirada no hay una noria, ni un árbol, ni una fuente.

La música dominaba a intervalos el rumor de las conversaciones; la atmósfera se iba cargando hasta hacerse enojosa; la temperatura aumentaba por momentos; el abrasado ambiente de la sala parecía luchar con el fresco que penetraba del jardín por los anchos balcones en suaves ráfagas, y entre aquel mar de luz o torbellino de colores, se percibía el olor extraño que formaban los aromas de las flores, los perfumes de tocador y el calor de los sudorosos cuerpos.

Ya columbraba la ventana de la cocina solariega y hasta llegaban á sus narices los aromas de los guisotes del ama de gobierno, cuando distinguió una miruella sobre la rama más alta de una higuera.

De vez en cuando dicen una frase sin comprenderla, y mientras hablan, sus ojazos hebreos contemplan al público con estupor. Salgo del teatro... Todo está entre tinieblas. En un extremo de la plaza, oigo gritos. Acaso algunos malteses en vías de explicarse a navajazos. Me encamino lentamente a la fonda, a lo largo de las murallas. De la llanura suben embriagadores aromas de naranjos y de tuyas.