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Me figuro que cede a la inocente e inconsciente retórica de un alma romántica enamorada de los bellos períodos y de las frases cadenciosas, y esto me produce una especie de impaciencia despechada que me hace responder con frialdad y casi en tono burlesco. Si crees que la amo menos, te engañas. Su presencia me produce siempre la misma turbación deliciosa, y su belleza me encanta.

La Huerta con sus flores te engalana, y hay algo en tu belleza valenciana que encanta, y estremece, y enamora. Pareces de un sultán la favorita, y toda tu persona clama y grita que corre por tus venas sangre mora. Hijo de catalanes, nació en Valladolid , y muy niño le llevaron sus padres a Filipinas, donde ha morado alrededor de treinta años. Cursó el bachillerato en el Ateneo municipal de Manila.

Veremos la nieve cuajarse en las calles de arena y formar alfombra. ¡Qué placer hundir los pies en ella!... ¡Y los árboles! ¿cómo estarán los árboles? ¡Qué lindos!... A me encanta la nieve... ¿Te atreves a ir?... ¿A que no? Claro que Miguel no se atrevía y que deploraba en el alma aquel raro capricho; pero se avergonzaba de confesarlo.

Lope, por el contrario, se expone menos al peligro de degenerar en árido y frío, como sucede con frecuencia á los que abusaron de la alegoría. Nunca peca contra la sencillez poética é inmediata que los distingue; y si los poetas, que le sucedieron, nos parecen más adelantados en lo relativo al arte, él nos encanta por su mayor vigor y naturalidad.

Merchán y de otros insurgentes es tan feroz y desapiadado, que más que la prosperidad y auge de Cuba, harto problemáticos si llega á ser independiente, los encanta y seduce la tremenda ruina en donde, según ellos, se hundirá España si perdemos aquella ísla.

Yo por no veo mas divina cosa que los padres, que aquí estan haciendo la guerra á los reyes de España y Portugal, y confesándolos en Europa; aquí matan á los Españoles, y en Madrid les abren de par en par el cielo: vaya, es cosa que me encanta.

¿Os imagináis exclamó, que me caso con el notario por su cara? ¡Para eso me hubiera casado con mi primo Rodrigo, que, aunque menos rico, es mucho más guapo que él! Doy mi mano a M. L'Ambert porque es un hombre galante, que ocupa una posición envidiable en el gran mundo; por su carácter, sus caballos, su hotel, su talento, su sastre; todo en él me agrada y me encanta.

Aquel cielo y aquel suelo en el Grao de Valencia, ó las orillas del Guadalquivir, sería una dulcísima parodia de los jardines del Profeta; mas un paraíso, anclado en medio del revuelto Pacífico, lejos del universal concurso y sin tener por lo menos una Eva, es un paraíso que al principio encanta, después, aburre, y por último desespera.

Me gusta ver, al amanecer, cómo se aligera la niebla y sube por el monte Izarra, y comienza a brotar la ciudad y el muelle de las masas inciertas de bruma; me encanta oír el cacareo de los gallos y el chirriar de las ruedas de las carretas en el camino. Cuando hace buen tiempo salgo por las mañanas y recorro el pueblo.

Sea efecto de la educación o de la naturaleza, lo cierto es que mientras al hombre, por lo general, le enoja saber que su mujer, su novia o su querida ha tenido otros amores, a la mujer le encanta y enamora más saber que su marido o su amante los tuvo. Y esto por recatada que ella sea y por celosa que se muestre.