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Actualizado: 28 de septiembre de 2024


Señal de dar limosna los sábados o fiestas no se veía ninguna, pero por privilegio envidiable tenía la finca oratorio donde se rezaba misa cuotidianamente y, si acaso pasaban por la calle alguna Minerva o el Dios chico, lucían los balcones grandes y blasonadas colgaduras.

¡Qué gente aquella tan feliz! ¡Qué envidiable cosa aquel ir y venir en carruaje, viéndose, saludándose y comentándose! Era una gran recepción dentro de una sala de árboles, o un rigodón sobre ruedas. ¡Qué bonito mareo el que producían las dos filas encontradas, y el cruzamiento de perfiles marchando en dirección distinta!

Yo bien sabía que quien lo tiene es quien ha de darlo, ¡caray! y no otro alguno, , señor... te empeñabas en que no había nada dentro de ti; yo en que lo había... como está la chispa en la piedra... justamente, eso es, como la chispa en la piedra: lo que faltaba era el eslabón de acero, el eslabón, ¡caray! que diera el golpe... Pues ya pareció el eslabón... se dio el golpe... , señor, sobre la piedra... eso es... y saltó la chispa... Porque la había, ¡caray! porque la piedra era de darlas... y yo me salí con mi empeño... La vida que aquí traías, no era mala verdaderamente, porque eres bueno por naturaleza; pero tampoco era envidiable, eso es, ni la más al caso para que un mozo de tus prendas las hiciera fructificar en lo que valen... Vinieron esos señores... nos honraron con su trato... eran, por suerte, el eslabón... la piedra chocó con él... y saltó la chispa, Leto... la que tenías allá... eso es.

La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de . Tu padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que su hija a un hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos duros al año para libros y matrículas? Pero un día de vida, es vida.

En cuanto á religión, si bien ésta es en su esencia la misma de los demás monteses, su carácter feroz le ha impreso ciertas prácticas esenciales que entronizan el asesinato á virtud envidiable y el más glorioso hecho del manobo. Mandayas. Es la tribu más noble y de carácter más pacífico aunque valientes entre los idólatras de Mindanao.

De los de San Francisco dio noticias prolijas el menguado Rufete, que estaba de guardia aquel día y adquirió cierta fama no envidiable, por haber dado seguridades al general de la Orden de que nada ocurriría en la casa, y haber poco después permitido el libre paso de los viles asesinos.

Y además, está ya en buena edad para casarse dijo la reina. Casarse... si bien... es una mujer envidiable... yo de muchos que la han solicitado, que han querido casarse con ella... pero ella no ha querido á ninguno. Yo aseguro á vuestra majestad, que con quien yo querría casarla es muy del agrado de doña Clara. ¿Y quién? ¿quién es él? El vencedor de don Rodrigo Calderón.

Lejos de imitar a la mayor parte de las jóvenes que no piden al ansiado novio más que fortuna o una posición envidiable, ella se preocupaba principalmente de las cualidades del alma del hombre a quien entregaría su vida. Presentía que el matrimonio es cosa grave y que no deben ligarse ligeramente los nudos.

Esas dos cifras admirables, en un pueblo de ménos de tres millones de ciudadanos, bastan para colocarla en un alto y envidiable puesto: esos datos relevan de todo comentario, hablan por solos mejor que todas las frases.

Querida mía, si usted no hubiera venido, Martholl habría pasado la noche entre las cortinas. ¡Hace más de una hora que se ocultaba bajo las mamparas, acechando a los que llegaban, y como no la veía entrar a usted, empezaba a poner una cara!... ¡No es muy amable para nosotras semejante conducta! protestó Juana, igualmente indignada de la defección de un compañero tan envidiable.

Palabra del Dia

jediael

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