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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Homerito metía la uña, al principio con timidez; pero los primeros bocados despertaban la bestia rampante adormecida en su estómago, y para amansarla la echaba alimento a toda prisa, temiendo ser devorado por ella si retrasaba el envío. Al bondadoso protector le hacía gracia el hambre voraz de aquel muchacho feo. ¡Ah, la juventud! ¡Envidiable estómago!

Una envidiable posición social y cuantiosísimas riquezas permitiéronle alimentar sus aficiones y perfeccionar sus conocimientos con una costosa y gran biblioteca, en que se hallaban, al decir de Barco, los más selectos libros de todas las facultades y una numerosa colección de los más preciosos manuscritos de que tuvo noticia.

Los filarmónicos, que en los ensayos la habían oído, estaban entusiasmados y referían maravillas, lo cual acrecentaba la envidiable fama que la había precedido antes de llegar de Europa y estimulaba en todas las personas de buen gusto la curiosidad y el anhelo de verla y de oírla.

No quiso Candido oir mas, y confesó que Martin tenia razón. Sentáronse luego á la mesa con Paquita y el frayle Francisco; fué bastante alegre la comida, y de sobremesa habláron con alguna confianza. Díxole Candido al frayle: Paréceme, padre, que disfruta Vuestra Reverencia de una suerte envidiable.

La linda arlesiana estaba bien decidida a cortar en flor la curación de Germana, pero era demasiado prudente para emprender nada por su cuenta y riesgo. Sabía que un crimen es siempre una torpeza y su situación era muy envidiable para que se expusiera a perderla en un mal negocio. Tienes razón le dijo le Tas , nada de sangre. Hay que dejar eso.

Hombre dijo aquí don Claudio frunciendo el ceño y atusándose nervioso los bigotes grises , tomadas por ahí las cosas, cierto que no era envidiable la situación de usted al volver a Villavieja.

Aunque este escrito mío no fuese improvisado, aunque me diesen años y no horas para escribirle, nada nuevo podría añadir yo de noticias biográficas, bibliográficas y críticas, después de la edición completa de las obras de la Santa, hecha por D. Vicente de la Fuente, con envidiable amor, con afanoso esmero y con saber profundo.

Posee don Juan la envidiable cualidad de hablar y pedir a cada una según quien ella es, y con arreglo al momento en que solicita y suplica.

Verdad era que sus cincuenta y tantos años parecían sesenta; pero sesenta años de una robustez envidiable; su bigote blanco, su perilla blanca, sus cejas grises le daban venerable y hasta heroico aspecto de brigadier y aun de general. No parecía un Regente de Audiencia jubilado, sino un ilustre caudillo en situación de cuartel».

Hay circunstancias en las que un hombre no tiene más recurso que ponerse al servicio de otro hombre si no quiere morirse: a ese hombre le conviene hacer de criado; pero, indudablemente, el estado de criado no constituye un estado envidiable. La emigración es un bien, y esto es lo malo. También es un bien salir de presidio; pero sería mucho mejor no haber entrado en él.

Palabra del Dia

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