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Actualizado: 28 de junio de 2025
SIERVA. Señora, Crematurgo pide licencia para entrar. ASCLEPIGENIA. Que entre. ATENAIS. ¿Me retiro? ASCLEPIGENIA. Retírate. ASCLEPIGENIA.¡Qué agradable sorpresa! ¿Qué significa venir los tres juntos a mi casa? CREMATURGO. Envidiable frescura te concedió el cielo. ¿Cómo, al vernos entrar juntos a los tres, no tiemblas, no te asustas, no te hundes avergonzada en el centro de la tierra?
El tiene veintitrés años y ella poco más de veinte: son jóvenes y hermosos, y el amor inflama sus corazones. »Antes, cuando Magdalena era niña, pensé mil veces con gusto en esta unión, y hoy tengo que preguntarme si mis actos son razonables y dignos de un hombre que en el mundo de la ciencia ocupa un lugar tan envidiable.
Aquella amistad era como la de un padre joven y un hijo que le trata como a un camarada respetable y de más seso. Pero además Paco veía en su Mesía un héroe. Ni el ser heredero del título más envidiable de Vetusta, ni su buena figura, ni su partido con las mujeres, envanecían a Paco tanto como su intimidad con don Álvaro.
En virtud de este modo de gobierno, dicen que los paraguayos fueron felices, y como su tierra es hermosa y fértil, imaginaron vivir en el paraíso, con celestial candor y envidiable ignorancia de las cosas terrenales. Poco a poco se fue relajando aquella clausura en que vivía toda la nación. El doctor López consintió en que fuesen a su capital varios Cónsules extranjeros.
En el lugar gozaba de celebridad envidiable por mil motivos, y entre otros, porque hacía el papel de Abraham en el paso de Jueves Santo por la mañana, tan admirablemente bien, que nadie se le igualaba en muchas leguas á la redonda. Con un vestido de mujer por túnica, una colcha de cama por manto, su turbante y sus barbas de lino, tomaba un aspecto venerable.
Sus diálogos se diría que fueron tomados por el fonógrafo, si el fonógrafo tuviese la rara habilidad de desechar lo pesado y lo impertinente y de conservar sólo con sobriedad envidiable lo que no cansa, lo que retrata los caracteres y lo que conduce y contribuye al final desenlace.
Había echado mucho de menos a Magdalena, la había deseado, esperado, y ya usted habrá adivinado que después de su partida había cien veces maldecido el censurable espíritu de rebelión que me revolvía contra la más envidiable, la más dulce, la menos calculada de las servidumbres.
Eran hombres ocupados en algo más importante que balbucear deseos al paso de una hembra. La vida les había impuesto una obligación y la cumplían severamente, sin conocer arrepentimientos ni vergüenzas. El trabajo disciplinado por la responsabilidad se le apareció como la función más noble y envidiable.
No, no podía ser castigo, porque él no era malo, y si lo fue, ya se enmendaría. Era envidiable, tirria y malquerencia que le tenían, por ser autor de tan soberana eminencia. Querían truncarle su porvenir y arrebatarle aquella alegría y fortuna inmensa de sus últimos años.... Porque su hijo, si viviese, había de ganar muchísimo dinero, pero muchísimo, y de aquí la celestial intriga.
Dígase lo que se quiera, esa nobleza es la única felicidad de los ricos. Por ella, sólo por ella, los admira el mundo. Todo lo demás que en ellos envidia la multitud es como la corona de oropel que ciñe la frente del comediante. ¡Noble dignidad, dignidad envidiable que pone a salvo las prendas más altas del corazón!
Palabra del Dia
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