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Actualizado: 28 de junio de 2025
Yo me atengo al refrán que dice ó corte ó cortijo; y ya que me fugo de París y de Madrid, no quiero ciudad de provincia, sino aldea. En la gran casa de los Mendoza bermejinos voy á estar como garbanzo en olla; pero se llenarán algunos cuartos con la multitud de libros que voy á llevar. Vamos á tener una vida envidiable; y digo vamos, porque supongo y espero que V. me hará compañía á menudo.
Otra alabanza, no obstante, merece también el libro del señor conde, que yo consignaría aquí aunque no quisiera, ya que la calidad envidiable que en el libro alabo me sirve de fundamento para cuanto voy a decir, y aun para mucho que yo diría y que me callo, receloso de fatigar a los lectores.
Interpretaba al piano con envidiable maestría las más delicadas melodías de Beethoven, y fotografiaba con su cáustico lápiz, ó su correcta pluma, las costumbres filipinas. El tiempo que le dejaba libre el cuidado de un magnífico cafetal, lo repartía entre el amor de su esposa, el cariño de sus hijos, el estudio, y el preparado y conservación de sus colecciones.
Finalmente, la mayor y más envidiable ventaja que el dinero proporciona, es la autoridad y respetabilidad que da a quien le tiene, y la justa confianza que quien le tiene inspira.
La luz de la luna, que se alzaba iluminando el paseo de las Filas y el mar, la hora y la temperatura envidiable de una noche de verano, incitaban a amantes efusiones, o siquiera a galanteos, y hasta el ruido de la concurrencia se brindaba a ser cómplice de tiernas palabras pronunciadas a media voz; así lo comprendía Baltasar, que acompañaba a las muchachas, inamovible al lado de Josefina, y haciendo, sin escrúpulo, que sus hermanas llevasen la cesta.
Serias preocupaciones atormentaban a la baronesa acerca de que su hermoso sobrino, como ella lo llamaba, quien, por otra parte, era muy buscado en sociedad, sobre todo por las damas, se prestase fácilmente a abandonar su vida independiente y galante para doblar el cuello a la, marital coyunda, si bien debe observarse, como es bastante frecuente, que suelen ser aquellos hombres más llamados por sus atractivos personales a más rápidas conquistas de femeninos corazones, precisamente los que menos importancia dan a su envidiable fortuna: indiferentes hacia triunfos para ellos fáciles, carecen en general de esa fatuidad, de eso que pudiéramos llamar furor galante, característico en aquellos otros de sus congéneres cuyas victorias sobre el bello sexo débenlas únicamente a la constante lucha contra un modo de ser moral y físico en que no abundan como don natural los atractivos.
La industria se encuentra tambien en Suiza floreciente y en un estado de prosperidad envidiable: allí todo se mejora, todo progresa, á la sombra de buenas leyes fielmente ejecutadas.
¿Os imagináis exclamó, que me caso con el notario por su cara? ¡Para eso me hubiera casado con mi primo Rodrigo, que, aunque menos rico, es mucho más guapo que él! Doy mi mano a M. L'Ambert porque es un hombre galante, que ocupa una posición envidiable en el gran mundo; por su carácter, sus caballos, su hotel, su talento, su sastre; todo en él me agrada y me encanta.
Don Paco tenía plena conciencia de lo que debía y de lo que podía esperar y temer aún de don Andrés; de suerte que tanto por gratitud cuanto por prudencia previsora, le servía con la mayor lealtad y celo y procuraba complacerle siempre. Don Paco, sin embargo, no recelaba mucho perder su elevada posición y su envidiable privanza.
Al poner el pié en Ginebra, sobre la ribera de su lago, no se puede ménos que contemplar alternativamente la isla microscópica contigua al gran puente, llamada de Juan Jacobo Rousseau, el punto no lejano que indica la situacion de Ferney, en uno de los planos inclinados que remontan hácia el Jura, y las altas eminencias que escalara Saussure con el barómetro en la mano; objetos que hacen evocar las glorias mas conspicuas de la literatura, la filosofía y la ciencia, en que Ginebra ha tenido tan envidiable parte.
Palabra del Dia
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