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El hombre descontento si está sentado, meditando en su hogar, piensa con envidia en el padre cuya vuelta es acogida con voces infantiles, y si está sentado a su mesa, alrededor de la cual las pequeñas cabezas se elevan las unas por encima de las otras como plantas de almácigos, ve una negra preocupación cernerse tras de cada una de ellas y piensa que las impulsiones que impelen a los hombres a abandonar su libertad y a buscar cadenas, no son seguramente otra cosa más que un acceso de locura.

He aquí lo que ha oído escuchando á través de las puertas, según su graciosa costumbre; me dijo que esas señoras solicitan en estos momentos autorización para abandonar todos sus bienes á una congregación de Rennes, á fin de suprimir entre Margarita y usted los inconvenientes que les separan. No pudiendo hacerle rico, ellas se hacen pobres.

Así es que las noches en que venía Antoñuelo a la tertulia, sobre la desazón que daba a don Paco, le hacía perder un par de pesetas y hasta tres a veces. Viniese o no viniese Antoñuelo a la tertulia, Juana la Larga estaba siempre presente. Don Pablo no hallaba modo de hablar a solas con Juanita, ni de abandonar a la madre e imitar a Antoñuelo enredándose en cuchicheos con la hija.

»Entonces se detuvo, y creí que se iba a arrojar en mis brazos; pero me equivoqué, pues lanzando un grito de dolor, volvió la cabeza y desapareció velozmente. »No podré explicar la turbación que me causó esta sencilla relación. ¿Por qué abandonar el castillo donde estábamos seguros, y en el que nuestra numerosa servidumbre podía defendernos?

No temas le dijo desatándole las manos. No nos detengamos aquí, señor Cornelio dijo Horn . Los salvajes pueden tener otros compañeros acampados por estos contornos y volver en mayor número. ¿Y quieres abandonar a este pobre diablo? Si no está reñido con su pellejo, vendrá con nosotros. Gracias dijo el papú en perfecto holandés. ¡Calla! exclamó Cornelio, admirado . ¡Conoce nuestra lengua!

Pero el pequeño, al abandonar su escondrijo, se había deslizado hasta un corral inmediato, trepando á lo más alto de una pirámide de alfalfa seca, guardada para la alimentación de las vacas en invierno. Su cúspide era un lugar de observación, desde el cual podía abarcarse enorme espacio de terreno.

Luego le fué empujando con una superioridad paternal. No perdamos tiempo dijo . Preocúpese de usted nada más. La marquesa tiene otras cosas en que pensar. Y se lo llevó á su casa. Durante todo el día el suceso mantuvo en continuo bullicio á los habitantes del pueblo. Muchos lo aprovecharon como un motivo para abandonar el trabajo.

Sumamente montaraces huyen de todo trato social, y cuando alguna vez los misioneros han conseguido que habitaran en las misiones ó pueblos de conquistas, poco han tardado en abandonar el poblado, volviendo á su vida errante en lo más intrincado de los montes, donde siembran sus cosechas, é inmediatamente de hecha la recolección levantan campo, y hasta que las necesidades de cultivar lo exigen no vuelven á pernoctar en sitio determinado, dedicándose á su pasión favorita que es la caza.

A un lado alzábase la colina de San Salvador con su ermita en la cumbre, rodeada de pinos, cipreses y chumberas. El tosco monumento de la piedad popular parecía hablarle como un amigo indiscreto, revelando el motivo que le hacía abandonar a los partidarios y desobedecer a su madre. Era algo más que la belleza del campo lo que le atraía fuera de la ciudad.

Mas era preciso que obedeciese Delaberge al mandato administrativo; la hostelera no se había engañado nunca a misma y pensaba que algún día la había de abandonar y, aunque suspirando hondamente, al fin se resignó. Una semana después el guarda general se marchó a París, no sin sentir en el fondo de su espíritu como una vaga liberación.