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El joven se sintió halagado en su vanidad masculina por esta mirada, pero surgió en su memoria inmediatamente el recuerdo de lo ocurrido aquella tarde. ¿Por qué han reñido esos dos hombres?... ¿Fué por usted?... Quedó ella indecisa; y al fin, entornando los ojos, contestó con cierto abandono: Tal vez; pero yo los desprecio á los dos. Para sólo existe usted, Ricardo.

El joven, sin ser tirano, como á menudo era reñido por Cpn. Tiago, le gustaba á su vez reñir á los que estaban bajo su direccion. El viejo buscó una noticia nueva. ¡Se nos ha muerto un aparcero, el viejo que cuida del bosque y el cura no le ha querido enterrar como pobre, alegando que el amo es rico! ¿Y de qué ha muerto? ¡De vejez!

Y eso que el desdichado estaba cada día más enfermo del alma, más desesperado, más reñido con su terrible posición.

El gusto y el cultivo de las bellas letras, lejos de estar reñido con el bienestar material y con la fuerza que se aplica para lograrle, bien podemos afirmar que están en perfecto acuerdo y que siempre lo uno es indicio o resultado de lo otro; que lo anuncia, que lo prepara o que de ello procede.

Este era Cabanillas, joven de educación y talento, á quien no se podía ver sin repugnancia alternando con hombres desalmados como Tres Pesetas, Chaleco y el Matutero, que hemos tenido el gusto de conocer al principio de esta puntual narración. Chico decía Núñez, ¿sabes que hemos reñido con los de la Fontana? El lance de la otra noche nos ha obligado á romper con esa canalla.

El desventurado huyó hacia el dormitorio, y cayó exánime delante del lecho de Evangelina. El conde de la Monclova, muy joven a la sazón, mandaba una compañía en la batalla de Arras, dada en 1654. Su denuedo lo arrastró a lo más reñido de la pelea, y fué retirado del campo casi moribundo. Restablecióse al fin, pero con pérdida del brazo derecho, que hubo necesidad de amputarle.

La trajo, no para qué, el tío Manolillo; he reñido con él, le he tendido; pero no si habrá alcanzado algún golpe á doña Clara. ¡Oh, qué de crímenes, qué de desgracias! exclamó el padre Aliaga . Pero socorrámosla; ¿dónde está?

Así se presentó el nuevo licenciado en Sarrió con la aureola de gloria además que rodea a quien ha hecho sus primeras armas, y aun reñido batallas en la prensa periódica. Se había afiliado en el partido liberal más avanzado renegando así de su prosapia. Con esto, su padre estaba fuertemente desabrido. Si le dejó entrar en casa debióse a la intercesión de la madre.

Bebió ésta, bebieron sus hijos; y como al llegar á la mitad del corro faltase líquido, la escanciadora se retiró al centro de la sala, y exclamó en el tonillo de rigor: Á rial, para los dolientes. ¡Para un rayo que te parta! gritó la mujer que antes había reñido con ella. ¿Adonde se han dío dos azumbres de aguardiente que debía haber en la jarra?

Aquel robo de loco no podía dar otros resultados. ¡Embriagar con el vino de los ricos a todo un tropel de gentes rudas y ordinarias! Bastante había reñido a su primo al volver él a Jerez; y ahora, cuando tenía olvidada la barrabasada, le enteraban de su última consecuencia, una deshonra que le impediría poner los pies en Marchamalo. ¡Jesús! ¡Jesús! ¡Qué de vergüenzas sobre la familia!...