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Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran.

Unos cuantos desalmados le dan leyes en nombre de un principio absurdo, contrario á la Naturaleza. Sólo al Rey ha dado Dios soberanía. ¡Qué desorden! ¡El Rey obligado por una turba de soldados rebeldes á jurar aquel Código abominable! Lo juró; pero en el fondo de su alma lo detesta. No podía ser de otra manera. Está prisionero, prisionero de sus vasallos que juegan con él.

Apacible tristeza endulzó el manantial de sus lágrimas y luego logró represarle. Pesares de condición harto menos noble, y mil preocupaciones de un orden tan rastrero como práctico, invadieron y ocuparon el corazón de Poldy, como cuadrilla de desalmados e impíos bandoleros que entran a saco, profanan y destrozan un augusto santuario. Dos meses hacía ya que había muerto la condesa viuda.

Confesemos decía que los españoles fueron unos heroicos desalmados, lo peor de cada casa, y que, cuando el descubrimiento y la conquista, hicieron infinidad de barbaridades; pero confesemos también que los indios en su mayor parte estaban empecatados y entregados a todos los diablos.

-Ahí entra bien también -dijo Sancho- lo que algunos desalmados dicen: "No pidas de grado lo que puedes tomar por fuerza"; aunque mejor cuadra decir: "Más vale salto de mata que ruego de hombres buenos". Dígolo porque si el señor rey, suegro de vuestra merced, no se quisiere domeñar a entregalle a mi señora la infanta, no hay sino, como vuestra merced dice, roballa y trasponella.

Desenvuelve en primer lugar los principios de justicia en que se funda, pinta con vivos colores las fatales consecuencias que resultarian de semejante paso, retrata á los hombres desalmados, burlándose de toda otra pena que no sea el último suplicio, recuerda las obligaciones de la sociedad en la proteccion del débil y del inocente, refiere algunos casos desastrosos en que resaltan la crueldad del malvado y los padecimientos de la víctima; el corazon del jóven ya experimenta impresiones nuevas; una santa indignacion levanta su pecho, el celo de la justicia le inflama; su alma sensible se identifica y eleva con la del magistrado; se enorgullece de saber dominar los sentimientos de injusta compasion, de sacrificarlos en las aras de los grandes intereses de la humanidad; é imaginándose ya sentado en un tribunal revestido con la toga de un magistrado, parece que el corazon le dice: «, tambien sabrias ser justo; tambien sabrias vencerte á mismo; tambien sabrias, si necesario fuese, obedecer á los impulsos de tu conciencia, y con la mano en el corazon, y la vista en Dios, pronunciar la sentencia fatal en obsequio de la justicia

Los cuatro desalmados rugieron con ira; pero el militar parecía resuelto á defender á Elías hasta el último trance. "Apartaos dijo. Este hombre está loco. ¿No conocéis que está loco? Que retire esas palabras dijo riendo siempre Calleja, que aun en la embriaguez blasonaba de usar con propiedad las formulas parlamentarias. ¿Qué rítire ni ritire?

Finalmente, él habló de manera que hizo sospechoso al retor, codiciosos y desalmados a sus parientes, y a él tan discreto que el capellán se determinó a llevársele consigo a que el arzobispo le viese y tocase con la mano la verdad de aquel negocio.

Varios grupos de muchachos corrían vociferando por las riberas del Nervión. Algunas mujeres daban alaridos, haciendo la señal de la cruz. ¡Se iba acabar el mundo!... Un tropel de desalmados, furiosos después de la lucha en el Arenal, se habían esparcido por las Siete Calles, escalando las hornacinas que cobijaban las imágenes de los patronos de aquella Bilbao tradicional.

Recordaba con pavor ciertas historias de la huerta oídas en la fábrica: el miedo de las jóvenes á Pimentó y otros jaques de los que se reunían en casa de Copa: desalmados que, aprovechándose de la obscuridad, empujaban á las muchachas solas al fondo de las regaderas en seco ó las hacían caer detrás de los pajares.