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La menudita se llevaba el pañuelo a los ojos y apretaba los labios para reprimir un sollozo. El tren avanza. Se abre a la vista una espaciosa llanura; se yerguen acá y allá grupos de álamos; las notas blancas de las casas resaltan en la verdura; un bosquecillo de granados se espejea en las claras aguas de un arroyo; revuelan grandes mariposas oscuras. Han pasado dos o tres estaciones.

Comprendí que el mundo especial en que había vivido, ese mundo que se llama casa de vecindad, donde resaltan todas las miserias, todas las adyeciones, todas las ignorancias, la había hecho recelosa y desconfiada. Puedes almorzar así todos los días, la dije, si consientes en que se realice lo que he pensado respecto a ti.

Los personajes principales que ocupan la primera línea de la composición, Infanta, damitas, perro y enanos, están iluminados de frente y de alto a bajo: Velázquez queda algo en sombra: junto al traje obscuro del guardadamas, resaltan el busto gentil y la faz simpática de la dama de las tocas y en el fondo contrastan y se diferencian por su distinta intensidad la luz reflejada en la superficie del espejo y la directa e intensa que penetra por la puerta.

Ron es grande; mide más de un centímetro; tiene henchido el abdomen; su cuerpo parece afelpado de fina seda; sobre el fondo blanquecino resaltan caprichosos dibujos negros. Ron es ligero; tiene ocho patas cortas. Ron es polividente; tiene en la frente dos ojuelos negros, fúlgidos; y junto a éstos, a cada lado, otros dos más pequeños; y encima de éstos, sobre la testa, otros dos diminutos.

Sus bellezas resaltan todavía más cuando se comparan con la imitación seca y descolorida de Corneille, en la cual se echan de menos ó aparecen desfigurados todos los rasgos de ingenio y gracia del original, transformándose en drama moral insoportable un cuadro lleno de vida y de talento en todos sus personajes .

Los olivos de áspero y dislocado tronco, los naranjos sobre cuyo verde oscuro resaltan las encendidas notas de sus frutos, y las robustas encinas que asientan como garras gigantescas sus raíces desnudas en la seca tierra, pueblan las vertientes de los cerros coronados de calvos y cenicientos peñascos.

Desenvuelve en primer lugar los principios de justicia en que se funda, pinta con vivos colores las fatales consecuencias que resultarian de semejante paso, retrata á los hombres desalmados, burlándose de toda otra pena que no sea el último suplicio, recuerda las obligaciones de la sociedad en la proteccion del débil y del inocente, refiere algunos casos desastrosos en que resaltan la crueldad del malvado y los padecimientos de la víctima; el corazon del jóven ya experimenta impresiones nuevas; una santa indignacion levanta su pecho, el celo de la justicia le inflama; su alma sensible se identifica y eleva con la del magistrado; se enorgullece de saber dominar los sentimientos de injusta compasion, de sacrificarlos en las aras de los grandes intereses de la humanidad; é imaginándose ya sentado en un tribunal revestido con la toga de un magistrado, parece que el corazon le dice: «, tambien sabrias ser justo; tambien sabrias vencerte á mismo; tambien sabrias, si necesario fuese, obedecer á los impulsos de tu conciencia, y con la mano en el corazon, y la vista en Dios, pronunciar la sentencia fatal en obsequio de la justicia

Resaltan en el cielo azul diáfano el caserón rojizo del convento y la aguda torre de la iglesia. Una larga pincelada azul de las montañas, sobre otra larga pincelada negra de los olivos, limita el horizonte. De pronto rasga los aires la nota sostenida y metálica de la corneta del pregonero; ladran los perros; cacarean los gallos; llega el silbido ondulante, apagado, de un tren que pasa...

Enteramente cubiertos de nieve que hace estallar la armazón, confúndense los techos con los cercanos campos nevados. Ligera y azul humareda es la única señal de que viven y trabajan hombres bajo el sudario blanco. Algunas tapias, un campanario resaltan en la monotonía del fondo.

Ayela en silencio reza, y las leves cuentas pasa de un rosario de marfil con sus manos descarnadas, y á pesar de todo, hermosas, que cual al frio del alma, en convulsion persistente se agitan, y apénas bastan á sostener del rosario la ligerísima carga. Una candela en un nicho con su luz rojiza baña del reducido aposento las paredes blanqueadas, que, si aparecen desnudas, por su limpieza resaltan.