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Al formular la acusación no había pensado que lo que iba a decir al magistrado llegaría un día a ser conocido por la multitud; que él mismo tendría que repetirlo en presencia de un gentío henchido de curiosidad malsana: que el nombre del ser amado correría de boca en boca, que la demostración de la inocencia de su amor no obtendría crédito; que después de haber causado en vida tantas tristezas a su amada, contribuiría personalmente a envilecer su recuerdo.

Se narró en medio de algazara la terrible aventura de Elena y el valor desplegado por Clara en aquellas críticas circunstancias. Tristán, cuyo corazón estaba henchido de amargura, tomó la palabra para dejar caer una gota de hiel. Nada tiene de extraño el susto de Elena.

Subiendo sobre ellos consiguieron dominar todo el ámbito del Zocodover, henchido de apretada y rumorosa muchedumbre. Hacia la parte del poniente, y bañado ahora por el sol de la mañana, se levantaba el inmenso y enlutado cadalso, que ocuparían en breve, según la costumbre, la Santa Inquisición, el Ayuntamiento, el Cabildo, la nobleza, los dignatarios y toda la clerecía.

Por otra parte, tenía el espíritu tan henchido de sentimientos nebulosos y filigranas espirituales, que no es maravilla si á los pocos minutos de vagar por las calles se olvidase enteramente de la escena vergonzosa en que acababa de jugar papel tan desairado. ¡Ay! Otras escenas más lejanas se le representaron inmediatamente con mayor energía!

El templo estaba henchido de muchedumbre y todo jaspeado en lo alto de sol y de incienso. Los largos resplandores que bajaban de las vidrieras colorían de tintes espectrales la piedra y el alabastro, esmaltaban el oro de los púlpitos, pavonaban el obscuro nogal. Beatriz fue a arrodillarse con las damas nobles, entre el coro y la capilla mayor.

Aquel anciano, grave y regular en sus actos, no iba a comprometer en un ápice su dignidad, mostrándose henchido de orgullo ante la idea de una unión entre su familia y la del squire. Le halagaba todo honor tributado a su familia; sin embargo, era preciso que viera un cambio bajo todos respectos antes de acordar su consentimiento.

De este modo, el yacht, henchido de viento hasta el tope, iba sobre las aguas verdosas como una flecha, pero escorando, escorando, escorando, hasta tener que agarrarse ella también a unas cuerdas. Ya se había sumergido el carel y estaba sumergiéndose la primera tabla, cuando una recalcada imprevista revolvió las aguas e hizo saltar un chorro de ellas hasta el fondo del pozo, mojándola los pies.

En cuanto a su padre, empezó a visitar con más frecuencia que antes el colegio de la Merced: dos o tres veces por semana le llamaban a la hora de recreo para decirle que su papá le aguardaba en el salón, y al oírlo, volaba hacia allá con el corazón henchido de alegría.

El húmedo ambiente está henchido de perfumes, y óyese, como en la quietud de los campos, el concierto de los grillos y las ranas, sólo entrecortado por la voz de los serenos o los pasos de algún trasnochador que vuelve de los garitos. Poco a poco, soñolienta vislumbre enrojece en lo alto los cerros de San Cristóbal y Amancaes. Una brisa sutil y lánguida llega del mar.

Frescas por el corto descanso y mecidas por la dulce ilusión de alcanzar presto el pesebre, corrían las jacas sobre el campo con creciente brío sin ayuda de espuelas. Ellos, con el corazón henchido aún por la suavidad que aquellos instantes felices habían dejado en él, sonreían vagamente, aspiraban con deleite el aliento embalsamado del crepúsculo.