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Este es el modo natural primitivo como el hombre, reflexîonando sobre mismo, conoce las cosas espirituales, conociendo su propia alma: de aquí pasa al conocimiento de Dios, como espíritu perfectísimo. Dentro de mismo tiene el hombre el concepto del infinito, de lo eterno, de lo inmenso, no por los sentidos, sino por la reflexîon.

Y dado en , como se da, este amor, harto se comprende mi deseo de que no queden mis hijos espirituales anegados en un inmenso piélago de papeles donde se perderían sin duda y nadie volvería á acordarse de ellos.

Doña Inés, además, le tenía sorbidos los sesos. Doña Inés le infundía una veneración y un cariño alambicadamente espirituales, que la convertían para él en oráculo.

10 Por lo demás, hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. 12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del siglo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los cielos.

Por esto me juzgo ligado á él con ciertos vínculos espirituales que me redimen de aquella virginidad de prólogos en que hasta ahora he vivido. Ni los hice para los libros ajenos, ni los pedí para los míos.

Sin duda, la sociedad del tiempo de Frasquito era más bella que la coetánea, más finos los hombres, las señoras más graciosas y espirituales.

El movimiento del brazo, lengua, y piernas: el del corazon, nervios, y todos los murecillos del cuerpo, proceden del Alma, y no obstante con razon se llaman corporeos, porque todos se exercitan con el cuerpo. Pero el imaginar, discurrir, juzgar, y por decirlo de una vez pensar, y querer, son acciones espirituales propias del Alma.

Y cuanto más sensibles y más espirituales son los cónyuges, más rápidamente se pasa de un estado a otro. Los temperamentos arrebatados lo mismo se arrebatan hacia la derecha que hacia la izquierda. A una gran capacidad de amor corresponde una gran capacidad de rencor y de odio; pues en los espíritus ricos en sensibilidad y emoción, cada sentimiento tiene su contrafigura.

Sobre todo en cuanto se refiere á las relaciones espirituales de los Padres con las duquesas, marquesas y condesitas, y en la descripción que hace de la devoción elegante, del misticismo cómodo y de la religiosidad high life y á la moda.

Frígilis era un estuco: en tratándose de cosas espirituales ya se sabía que no había que contar con él. Ni el verano le sofocaba, ni el invierno le encogía: era un marmolillo. ¡Y a su mujer y al Magistral el estío de Vetusta, aquella tristeza de calles y paseos no les disgustaba!». Iba don Víctor al Casino: ni un alma. Algún magistrado sin vacaciones que jugaba al billar con un mozo de la casa.