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¡Dichosa época! exclamó la Roubinet. Pero si no tenemos ya esas graciosas costumbres, sepamos acomodarnos, como decía Máximo del Camp, al tiempo en que vivimos; sólo en esto reside el gran arte de la vida. La falta de salud dijo la Fontane, llevando la conversación a su punto de partida, asusta también a muchos pretendientes. ¿Qué hacer de una mujer enferma?...

Eran éstas a modo de graciosas lagartijas, de donosos movimientos, grandes ojos, una delgadez algo subida de color y una diabólica movilidad que trastornaba a los hombres.

Algunas de estas niñas eran de tez muy obscura, casi negra, que hacía resaltar las filigranas colgadas de sus orejas; otras de color de barro, todas ágiles, graciosas, esbeltísimas de talle y sueltas de lengua.

Luego, al fin de la edad que medió entre aquella pelea y el descubrimiento de América, volvieron los gustos de antes, de Grecia y de Roma, en las casas graciosas y ricas del Renacimiento. En América vivían los indios en palacios de piedra con adornos de oro, como ese de los aztecas de México, y ese de los incas del Perú.

Los ojos morirán; la nariz de graciosas alillas y ventanas sonrosadas se disolverá igualmente; lo único sólido y cierto son las cuencas negras y la grotesca chatez de la calavera.

Y me los arrebataba; los leía en voz baja, sonriente y ruborosa, mientras yo, colocado a su espalda, la iba siguiendo en la lectura. ¡Bonitos! exclamaba. Pero todas estas cosas me gustan más cuando me las dices sin pensarlas. No por qué, pero los versos me parecen siempre ¡graciosas mentiras! Doblaba la hoja, se la guardaba, y me señalaba un asiento: Aquí, cerca de .

De todos modos el brindis produjo cierta penosa impresión que no logró desvanecer Fuentes, aunque soltó el chorro de sus paradojas más graciosas. Señoras, yo no brindo decía a las que tenía cerca , porque no soy orador.

En la imposibilidad de relatar el acontecimiento en lenguaje más escogido que el de corresponsal del Globo de Sacramento, citaré algunas de sus frases más graciosas: «Las implacables flechas del pícaro Cupido se ensañan estos días en nuestros galantes salones: hay una nueva víctima.

Las actitudes de algunos indianos jugando, como gente que no está avezada a reprimir sus ademanes y componerlos, eran extrañas y graciosas; servían de regocijo a los jóvenes del pueblo, cuya antipatía a los americanos se manifestaba siempre por la burla.

Máximo dijo el otro día que tiene usted un delicioso tipo de virgen. Y Kisseler añadió: «Una virgen que haría condenarse a todos los santosNo se escandalice usted, querido señor cura; en este país se habla de todo así, en broma. La Marquesa se reía y se extasiaba por el ingenio de Kisseler y por sus graciosas salidas.