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Después de comer reanudamos la partida, que fue prolongándose y prolongándose hasta las diez de la mañana del día siguiente... Yo quería seguir jugando aún; pero mis compañeros se rehusaron porque se caían de sueño, y me prometieron el desquite para cuando lo pidiese... Porque yo perdía... ¿Cuánto?

Lo peor de todo dijo Refugio, jugando con su víctima , es que... Ahora me acuerdo... Si no puedo, no puedo darle a usted nada. Ya se me había olvidado que hoy mismo, esta tarde misma, tengo que pagar dos mil y pico de reales. Rosalía creyó firmemente que una culebra se le enroscaba en el pecho, apretándola hasta ahogarla. No tuvo fuerzas para decir nada.

Los isleños de las Canarias, que son gente de mucha fuerza, creen que el palo no es invención del inglés, sino de las islas; y que es cosa de verse un isleño jugando al palo, y haciendo el molinete. Lo mismo que el luchar, que en las Canarias les enseñan a los niños en las escuelas.

Pero ahí está Reno, que te lo dirá en un santiamén. No tal, dijo Reno bajando la espada. Desde entonces he tenido otras muchas cosas en que pensar y aunque me rompa la crisma no lo recordaré nunca. Creo que estábamos jugando á los dados. No, creo que fué cuestión de faldas. ¿Eh, Simón? Dados ó mujeres, creo que le andas cerca.

Mi vida terminó; soy un muerto que come y duerme para seguir jugando. ¡Y pensar que algunos parientes más viejos que yo están en el ejército!... A los cincuenta y cuatro años, la conciencia de su decaimiento moral y las continuas pérdidas habían agriado su carácter.

Los corsos no se ocupaban absolutamente nada más que de su servicio; considerábanse como funcionarios, y pasaban todo el día en la cocina jugando siempre largas partidas de scopa, sin interrumpirlas más que para volver a encender las pipas con aire grave, y para picar en la palma de las manos grandes hojas de tabaco verde con las tijeras...

El prestidigitador añade Bernard Shaw continuaba todavía allí jugando ante la audiencia con las mismas bolas... A mi vez, yo diré que una noche me despedí de unos amigos con los que había estado cenando en un café de la Puerta del Sol. Creo que les dije que iba a volver en seguida, y volví siete años más tarde; pero ¿qué son siete años en un café de Madrid?

Tranquilo duerme el mar: la tenue brisa riza apenas su líquida planicie, y jugando en las ondas indecisa resbala por la inmensa superficie; copia a lo lejos el cristal tembloso, como entre guijas de oro, la luz pura con que el sidéreo coro esplendoroso brilla en otra región. ¡Cuánta hermosura!

Dieron las diez, y yo dije que era plazo de cierto martelo y que, así, me diesen licencia. Fuime, quedando concertados de vernos a la tarde en la Casa del Campo. Fui a dar el caballo al alquilador, y desde allí a mi casa. Hallé los compañeros jugando quinolicas. Contéles el caso y el concierto hecho, y determinamos de enviar la merienda sin falta, y gastar doscientos reales en ella.

Mejor tierra es esta, dixo Candido, que la Vesfalia; y se apeó con Cacambo en el primer lugar que topó. Algunos muchachos de la aldea, vestidos de tisú de oro hecho pedazos, estaban jugando al tejo á la entrada del lugar; nuestros dos hombres del otro mundo se divertian en mirarlos.