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Porque Ángel, al hablar de su pleito, tenía que exponerle con todos sus pelos y señales, y hasta se prometía, jugando bien este recodo, ganar informes exactos sobre la conducta pasada de la marquesa. De modo que su confidente, tras de conocerla mucho, no debía estar ligado a ella por vínculos que quitaran prestigio a sus dictámenes ni los hicieran sospechosos.

Si estaba jugando al tute o al mus, únicos juegos que sabía y en los que era maestro, primero se hundía el mundo que apartar él su atención de las cartas.

Y guardaba también esta vaga memoria: un día, durante el luto, habiendo pedido que la llevaran a casa de las Aliaga, donde con frecuencia pasara el día jugando, su madre la reprendió con una severidad que la dejó consternada. Después entró como interna en un colegio religioso, pasaron los años y rara vez tuvo de ellas alguna noticia.

El calor era ya insoportable, y por la noche todo el vecindario se instalaba en las aceras, los chicos jugando, las mujeres charlando. Isidora hallaba en todo, casas, calle, gente, hombres, mujeres y chicos, un sello de grosería que su compañero de paseo no apreciaba como ella.

Tintinea a lo lejos una herrería, y unos muchachos se han sentado en una esquina y tiran contra la pared, jugando, unas monedas. El sol reverbera en las blancas fachadas; se abre un balcón con estrépito de cristales. Y luego, una moza se asoma y sacude contra la pared una escoba metida en un pequeño saco.

De pronto, en un descansillo, vio un niño jugando solito con unas cajas viejas de fósforos; representaba, poco más o menos, tres años, y se parecía, como una gota de agua a otra gota de agua, al chiquitín de quien iba Cristeta acompañada la tarde que se la encontró en el Retiro.

Pero estoy fuera de lugar: estas apreciaciones pertenecen á otra parte de estos apuntes. No hallamos pobres que pidan, ni niños jugando por las calles. Las clases que se manifiestan al público respiran bienestar y decencia. ¿Pero es todo esto verdad? ¡Ay!

Ya hice mi artículo, pero ¡oh cielos! El editor me llama. Señor Fígaro, usted trata de comprometerme con las ideas que propala en ese artículo... ¿Yo propalo ideas, señor editor? Crea usted que es sin saberlo. ¿Conque tanta malicia tiene?... Si usted no tiene pulso... Perdone usted; yo no creí que mi sistema político era tan... yo lo hice jugando...

Aunque la madre amaba á su hija con la intensidad de un afecto único, había tratado de conformarse con la idea de que no podía esperar en cambio sino muy poco: un cariño pasajero, vago, con arranques de pasión, petulante en sus mejores horas, que nos hiela con más frecuencia que nos acaricia, que se muestra besando las mejillas con dudosa ternura, ó jugando con el pelo, ó de otro modo semejante, para desvanecerse el instante inmediato y continuar con sus juegos de costumbre.

Allá por los últimos días de Diciembre encontrábase S. E. en la sala jugando al tresillo, en tanto esperaba la hora del almuerzo. Venía de tomar el baño con el consabido vaso de agua y carne tierna de coco y estaba en la mejor disposicion posible para conceder gracias y favores.