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Actualizado: 24 de junio de 2025


Después de pasar revista a su tesoro negativo, gritó: «D. José», y como D. José, a causa del ruido que él mismo hacía, jugando con Joaquín, no pudiera oír la voz de su ahijada, esta tuvo que levantarse a llamarle por la puerta de la alcoba. «¡Venga usted acá, por Dios!... ¡Hija, no te había oído!».

Osorio viene jugando a la baja hace tiempo y los fondos se empeñan en subir respondió el estadista levantando la cabeza con gesto petulante de pavo real. En el tono con que pronunció estas palabras se advertía satisfacción. Para un ministro, jugar a la baja es siempre un crimen digno de castigo.

Ni en la rapidez de la composición quiso Cervantes dejarse superar por el celebérrimo maestro del drama español, careciendo del don de improvisar de aquél y de su facilidad en producir, como jugando, perenne é inagotable corriente de invenciones, y hasta de obras literarias de primer orden.

En cuanto entraron Jacinta y Rafaela vieron a Juanín jugando en el patio. Llamáronle y no quiso venir. Las miraba desde lejos, riendo, con media mano metida dentro de la boca; pero en cuanto le enseñaron el tambor que le traían, como se enseñan al toro, azuzándole, las banderillas que se le han de clavar, vino corriendo como exhalación.

Más juiciosas son esas chiquillas que llaman minutisas, pues si las han puesto en compañía de tales granujas, saben ellas formar grupos encantadores, ramilletes que parecen corrillos, y jugando á la rueda sin admitir á ningún intruso, se entienden solas.

Era como los niños nobles de otros siglos, que, agraciados en la cuna por el monarca con un título de coronel, aguardaban jugando al trompo la hora de ir a ponerse al frente de su regimiento. Había nacido diputado y lo sería; ahora esperaba entre bastidores. Su viaje a Italia, en la peregrinación papal, fue lo único que alteró la monotonía de su existencia.

Ya se fueron. ¡Mira cómo brilla la luna! ¡Mira qué campos tan hermosos y cuántas flores!... Un palacio de cristal... Delante hay una niña jugando con un gatito blanco... ¡Qué precioso!... Es más bonito que el Rojo... Déjame jugar con ella, Luis... Jugarás cuanto quieras, y te compraré un gatito y una palomita blanca que venga a comer a tu mano. No, no quiero que gastes dinero.

Dice que se alegrará mucho de que usted pase a su casa cuando guste... con confianza, y que de noche están jugando a la brisca hasta las doce». ¡Que pase yo allá!... ¡yo! Claro... y esta noche misma puede pasar, puesto que el señorito duerme y no son más que las diez... Digo, si quiere distraerse un rato. «¿Pero qué está usted diciendo? ¡Distraerme yo!».

Servía para que perdiesen toda vergüenza. En unas cuantas horas quedaban demolidos los prejuicios de su vida anterior. Para seguir jugando ofrecían espontáneamente lo que nunca habían querido conceder. Lubimoff acogió con extrañeza esta demanda brusca. Llevaba encima muy poco dinero: él no era jugador. ¿Cuanto necesitaba?... Veinte mil francos.

Perla, entretanto, se había apartado de su madre y estaba jugando como mejor le parecía en la plaza del mercado, alegrando á aquella sombría multitud con sus movimientos y vivacidad, á manera de un ave de brillantes plumas que ilumina todo un árbol de follaje obscuro, saltando de un lado á otro, medio visible y medio oculta entre la sombra de las espesas hojas.

Palabra del Dia

cabalgaría

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