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Los músculos orbiculares se contrajeron y ensancharon, los párpados se cerraron y abrieron, aleteando con loca rapidez. Los ojos rodaban en sus órbitas, lanzando una luz extraña, como si la electricidad de la convulsión reflejase en sus pupilas verdosas centellas. Las mandíbulas se cerraron fuertemente, ensangrentando la lengua.

La medicina, iluminada por todas las ciencias auxiliares, logrará darnos métodos, direcciones para conducirnos con prudencia á esa nueva ruta. Estas cuestiones previas, llamarán más y más cada día la atención de los iniciados en la ciencia de curar. La extrema rapidez de los viajes por ferrocarril es cosa antimedical.

Soy lo mismo que esos enfermos que van de balneario en balneario, siempre con la esperanza de que en el próximo les espera la salud. Todos en el buque deseaban llegar al término del viaje, Maltrana veía un signo de impaciencia en la rapidez con que los pasajeros cambiaban de vestido, creyendo haber avanzado considerablemente, cuando aún estaban cerca de Europa.

Consiguientemente, los sentimientos se distendieron y las costumbres se suavizaron por un lado, para contraerse y endurecerse respectivamente, por el otro, hasta que la ciencia moderna, entibiando las esperanzas y los terrores medioevales, desarmó los odios religiosos por la tolerancia y levantó, por la industria y la escuela, en frente de las clases privilegiadas por el nacimiento o la ordenación, las clases privilegiadas por el talento, el saber y la energía, que están transformando al mundo con una rapidez sin igual en la historia de la especie humana.

El tren rodaba entre las sombras con la rapidez del viento, lanzando la locomotiva de cuando en cuando sus silbidos agudos que no despertaban eco en la llanura; y yo, mientras que los demas viajeros dormían á mi lado, fumaba con deleite, dejando vagar mi espíritu en un torbellino de recuerdos de amor y de cavilaciones sobre el porvenir del hombre, al mismo tiempo que, hundiendo la mirada en la sombra interminable que cubría la campiña, buscaba en su seno alguna luz fugitiva ó alguna otra sombra mas pronunciada y vigorosa producida por un edificio destacado aqui ó allá cerca del camino.

De pronto, en que el pequeño ser rodaba de las rodillas de la madre, húmedas de nieve, una viva luz que reflejaba la blancura del suelo, atrajo su mirada. Con esa rapidez de transición característica en la infancia, su espíritu fue inmediatamente absorbido por la vista de aquella cosa brillante y animada que corría hacia ella sin alcanzarla nunca.

Nada de esto merece contarse; pero lo merece muy mucho el fenómeno de que D. Felicísimo vio las paredes del cuarto dando vueltas en torno suyo, primero con lento giro, después con rapidez mareante.

El teatro es síntesis, refundición, abreviatura: algo que para interesar, para vivir, necesita tener toda la rapidez palpitante de la vida; la intensidad, superficial y compendiosa, del gesto; la pintoresca movilidad de una cinta cinematográfica. ¿Un ejemplo? «La casa de la dicha», de Jacinto Benavente.

Terminado el primer capítulo, conocidas las «Tribulaciones de un marido en Francia», pasó inmediatamente el maestro a leer con ansiosa rapidez el «capítulo segundo y último». Digno «pendant» del otro, titulábase... «Tribulaciones de un padre en la Argentina»...

A fuerza de filípicas maternales corría una escoba por el piso, sazonaba el caldo, traía una herrada de agua; en seguida, con rapidez de ave, se evadía de la jaula y tornaba a su libre vagancia por calles y callejones. De tales instintos erráticos tendría no poca culpa la vida que forzosamente hizo la chiquilla mientras su madre asistió a la Fábrica.