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Actualizado: 17 de septiembre de 2024
Tuve un impulso de alegría, y, acercándomele, lo cogí por el cuello y lo sacudí fuertemente. Quiso asir mi vestido, pero yo me escapé, lo que le hizo levantarse vivamente para correr tras de mí. Entonces, tranquilamente me adelanté hacia él y le dije: Bueno, ahora, ven.
Es, pues, muy dura la vida de los marineros a bordo del insaciable vapor, que cada dos horas se arrima a la orilla, se amarra fuertemente para poder resistir a la corriente que lo arrastra y empieza a absorber leña con una voracidad increíble.
Amparo me había impresionado fuertemente. No sabía donde vivía. Un día encargué a Mauricio que la buscase. Mauricio empleó cuantos medios se conocen para encontrar una persona de la cual se saben el nombre, las señas y la condición. Gracias a lo bien montada que está la policía en España, Mauricio, que era uno de los mozos más listos que he conocido, no pudo dar con ella.
Es ley general de los cuerpos la gravedad, o la atracción que ejerce sobre ellos el centro común; es natural que esta atracción se ejerza más fuertemente en los que reúnen en menor espacio mayor cantidad de las moléculas que los componen: que éstos por consiguiente tengan más gravedad específica, y ocupen el puesto más inmediato al centro.
Además, cosquilleaba fuertemente su vanidad la irónica situación que resultaba de ser él, con sus rotundas negaciones religiosas quien pasease ante la muchedumbre devota el Dios del catolicismo. Este espectáculo le hacía sonreír. Casi era un símbolo.
Dentro de un ratito estaremos libres de pesadumbres, yo dando cuenta a Dios de mis pecadillos, y tú contento como unas pascuas danzando por el Cielo, que está alfombrado con estrellas, y allí parece que la felicidad no se acaba nunca, porque es eterna, que es como dijo el otro, mañana y mañana y mañana, y al otro y siempre...» No pudo hablar más. Yo me agarré fuertemente al cuerpo de Medio-hombre.
Sacó fuera de los cobertores sus bracitos descarnados y se cogió fuertemente a la madera de la cama. La condesa se apoderó de su mano, la besó dulcemente y la retuvo sobre sus rodillas. Solamente entonces se tranquilizó la enferma y durmió hasta entrado el día. Soñó que la condesa estaba de pie a su derecha, que tenía la figura de un ángel y que le habían salido unas alas blancas.
Golpeó fuertemente el tabique inmediato a su cama. En la habitación próxima dormía Salvador; y durante los días críticos de la enfermedad de D. Benigno, siempre que este necesitaba de la asistencia de su nuevo amigo le llamaba con un par de golpes suavemente dados en la pared. Era la media noche.
Le invadía una inmensa ternura; sólo ambicionaba pasar horas y horas en contacto con aquel cuerpo, estrechándolo fuertemente, cual si quisiera abrirse y encerrar dentro de él a la mujer adorada, como el estuche guarda la joya.
Según me han dicho ahí en la posada, usted es la única persona que visita a mi marido... Yo le suplico, por lo más sagrado, ya que es usted su amigo, que intervenga para que termine nuestra separación. Lo deseo hace mucho tiempo con ansia... Confieso que no he sido buena para él... Sí, sí; lo sé todo interrumpió el clérigo con impaciencia. La dama se puso fuertemente colorada.
Palabra del Dia
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