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Ahora el catolicismo ya no era más que una palabra: la verdadera religión era el jesuitismo. El Papa que bendice seguía en el Vaticano; pero el Papa que decreta y disciplina las conciencias, era el General, oculto en el Jesu de Roma. Esto á en nada me interesa acabó diciendo Aresti. Yo vivo fuera del gremio, y lo mismo me importa que lo dirija este que el otro.

Y esto sin perjuicio para nadie. El público paga, mira y se marcha. De todos modos, son aves de paso, que sólo vienen una vez: el que se va ya no vuelve. ¡Y qué son cuatro míseras pesetas, cuando por ellas se ve uno de los templos más gloriosos de la cristiandad, la cuna del catolicismo español, la catedral de Toledo! ¡Como quien dice nada...!

España, cuando duda de sus reyes y no tiene fe en el catolicismo, es como un cojo que suelta las muletas y se viene al suelo. Sin el trono y el altar no somos nadie; y la prueba la tienes en lo que nos está pasando desde que tuvimos revoluciones.

El concilio de Constanza, no solo cruel sino pérfido, consumó allí dos, haciendo perecer en la hoguera á los dos heróicos sectarios; y si con eso acabó de justificar la futura Reforma, no comprometió ménos el porvenir del catolicismo con la eleccion de Martin V en reemplazo de dos papas depuestos. Hay actos de autoridad que son por solos la condenacion de la misma autoridad en que se fundan.

Si cabe comparar lo sagrado con lo profano, sería esto tan ridiculo como si el Estado erigiese un magnifico templo y ensayase en él la religión de Brahma, de Buda, de Zoroastro ó de cualquier profeta flamante, á ver si el pueblo la prefería al catolicismo y se convertía. Si en la religión hay herejes, en las artes también los hay.

El barrio de San Sulpicio, con sus calles tranquilas y silenciosas a la española y sus beatas de velo negro que pasan rozando los muros del Seminario, atraídas por el toque de las campanas, fue para el seminarista español lo que el camino de Damasco para el apóstol. El catolicismo francés, culto, razonador y respetuoso con los progresos humanos, aturdió a Gabriel.

En el Orden de Jesús se concentró la quinta esencia del espíritu católico: la historia del Orden de Jesús es la historia de la gran reacción del catolicismo. Este Orden se apoderó de todos los medios y fuerzas con que se dirige y manda el espíritu del pueblo: del pulpito, de la prensa, del confesionario y de las academias. Donde predicaba el jesuíta, la iglesia era pequeña para el auditorio.

El irresistible encanto que el hombre de guerra ejerce sobre el débil sentíalo el seminarista ante el cardenal Albornoz, aumentándose aún con la consideración de que tanta bravura y altivez se habían juntado en un servidor de la Iglesia. ¿Por qué no resucitaban hombres como éste en la presente época de impiedad, para el renacimiento del catolicismo...?

Allí se comprende tambien la fuerza de propaganda que ha tenido el catolicismo en otros tiempos, mediante la poderosa fascinacion ejercida sobre las muchedumbres por la majestad de los templos y la pompa soberana del culto .

Extendí la vista y le vi tras el respaldo del monumental sillón de doña María, muy enfrascado en estrecha plática con Asunción, que sin duda le estaba convenciendo de la superioridad del catolicismo con respecto al protestantismo. A cada paso apartaba él los ojos de su interlocutora para mirar a Inés. Bien decía el tunante observé para que se valía de las discretas amigas.